Autor: Max Silva Abbott
La campaña para despenalizar el aborto
en Chile no cesa, y por varios frentes distintos, el gobierno busca imponerlo,
junto a varias otras reformas en todo orden de cosas, que pretenden alterar
profundamente la fisonomía de nuestro país.
Como siempre, las causales son las
mismas: vida o salud de la madre, violación e inviabilidad del no nacido; agregándose
también, a sugerencia de organismos foráneos, situaciones de embarazo
adolescente.
Ahora bien, cuando se indaga en los
verdaderos motivos de quienes abogan por este supuesto “derecho”, se percibe
muy a las claras que en el fondo, la razón última radica en el fastidio o
profunda molestia que les produce que alguien quede embarazada sin desearlo. Es
decir, se considera que el estado de gravidez debe ser completa y totalmente
querido o aceptado por la madre o por terceros; o si se prefiere, que el valor
del ser humano que viene en camino depende de cómo lo sientan o perciban otros,
y no por una cualidad propiamente suya.
El problema es que si se es coherente
con este criterio, habría que agregar varias otras situaciones en que fruto del
fastidio que ellas producen, debiera darse la posibilidad de desembarazarse de
ellas.
Así por ejemplo, si fruto de un
accidente o enfermedad una persona quedara postrada, la decisión de hacerse
cargo de ella dependería no de su estado de necesidad o de su dignidad, ni tampoco
de razones de justicia (en cuanto a que “merece” ser atendida, o al revés, “no
merece” ser abandonada), sino del grado de fastidio que su situación generara
para quienes debieran cuidarla.
Sin embargo, es fácil comprender los
peligros a los que podría llevar una situación semejante. Es por eso que la
protección o cuidado que merece alguien solo debe depender de una cualidad
intrínseca suya. Por razones obvias, dicha cualidad no puede ser una situación
de ventaja (fuerza, salud, belleza, potencial económico, etc.), pues claramente
se encuentra en un estado de necesidad. De ahí que si no queremos ser
arbitrarios y diferenciar entre seres humanos de primera y seres humanos de
segunda, forzoso es concluir que no se le puede exigir ningún requisito, salvo
su mera existencia: su sola presencia merece y exige respeto y consideración,
al margen de cualquier otra circunstancia.
Lo contrario, se insiste, es muy
peligroso, entre otras cosas, porque nadie conoce las vueltas de la vida, y
podría ocurrir que los mismos que hoy no quieren hacerse cargo de otros (aunque
sea temporalmente, mientras dure el embarazo) por el fastidio que sienten,
sufran la misma suerte, en razón del fastidio que a su vez podrían llegar a
producir en terceros.
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