Autor: Max Silva Abott
Muchos creen que hoy gozamos de una
libertad casi absoluta como nunca antes, y miran con desprecio a épocas
pasadas, consideradas opresoras e intolerantes. Mas, ¿es tan así?
La respuesta, creemos, depende de la
óptica que se utilice para ver nuestra actual situación. Así, si se utiliza una
mirada individualista o “micro”, la respuesta puede ser positiva; mas, si se
usa una perspectiva social o “macro”, la conclusión podría ser la contraria.
De esta manera, muchos creen que hoy son
más libres que nunca, porque pueden realizar una serie de conductas antes
prohibidas o al menos, mal vistas por la sociedad: consumir algunas drogas,
tener sexo a voluntad, decidir soberanamente sobre la vida en gestación,
desembarazarse de sus compromisos muy fácilmente y varias otras situaciones por
el estilo. Y si bien algunas de estas conductas aún generan resistencia o
franca oposición en otros sectores, hoy varios han encontrado un nuevo placer
realizándolas, incluso de manera prepotente, frente a quienes piensan distinto.
La situación cambia, sin embargo, si nos
salimos de esta mirada tan inmediata y la elevamos hacia la sociedad en su
conjunto. E inesperadamente –siempre que queramos verlo–, nos damos cuenta que
de manera bastante evidente, se va imponiendo con más y más fuerza un notable,
asfixiante y peligroso uniformismo (algunos hablan incluso de un “pensamiento
único”), contra el cual está vedado oponerse.
En efecto, cada día se acumulan más y
más “verdades oficiales”, auténticos dogmas modernos, que van ahogando toda
posible disidencia. Ello explica la creciente dificultad para siquiera mostrar
reparos (mucho menos estar en desacuerdo, como debiera poder ocurrir en
cualquier sociedad libre) en un cúmulo de materias que pretenden imponerse al
todo social, de forma cada vez más agresiva: el matrimonio homosexual, el
aborto o un laicismo a ultranza del Estado, entre varias otras. Aquí la idea de
fondo no es, como muchos creen todavía, que esas formas de pensar “convivan”
con sus opuestas, sino que en realidad, ellas pretenden ser hegemónicas y que
las concepciones contrarias puedan, a lo sumo, manifestarse muy en privado,
aunque no se sabe por cuánto tiempo. ¿Dónde ha quedado, pues, el pluralismo y
la tolerancia que tanto se ostentan en la actualidad?
Por tanto, hay que andarse con más
cuidado al momento de aquilatar nuestra libertad, sobre todo porque muchos
quedan encandilados con bagatelas, vinculadas por regla general a sus egoísmos
–siendo algo así como un burro en pos de una zanahoria– y no se dan cuenta que
en lo realmente importante, esto es, en el ámbito del pensamiento, se están
convirtiendo en dóciles esclavos de una “verdad oficial”.
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