15 de mayo de 2017

Ante visionarios, profetas y figuras parecidas

Autor: Fernando Pascual

Dios actúa siempre. Por eso a lo largo de la historia ha enviado y envía a hombres y mujeres que testimonian su Amor, que denuncian pecados y tibiezas, que sacuden las conciencias, que promueven auténticas renovaciones.

Por desgracia, junto al trigo aparece la cizaña. Por eso surgen hombres y mujeres que dicen ser mensajeros de Dios, que lanzan profecías y mensajes atrevidos, pero que hablan lejos del auténtico Evangelio y sin una sana dependencia de la jerarquía católica.

Por eso, entre los diversos criterios que ayudan a distinguir si estamos ante un enviado de Dios o ante un farsante, hay dos muy sencillos y casi siempre seguros: la humildad y la obediencia.


Porque si alguien ha recibido un mensaje de Dios, reconocerá su pequeñez y abrirá su alma para obedecer a quienes, en la Iglesia fundada por el mismo Cristo, tienen la tarea de guiar al rebaño y defender la verdad.

Entonces, cada vez que leamos o escuchemos una voz nueva que amenaza, exhorta, reza, hace gestos portentosos (también los demonios pueden realizar “milagros”), basta con preguntarnos: esta persona, ¿tiene permiso de su obispo? ¿Obedece y es humilde?

Así, con este sencillo test, podremos dejar de lado mucha paja y avisar a amigos, familiares y conocidos para que no pierdan el tiempo en profetas dudosos, y así lo puedan emplear en mejores causas.


En concreto, al librarnos de tanto pseudo profeta y falso visionario, invertiremos nuestro tiempo en lo mucho seguro que ya tenemos como católicos: la Biblia, los concilios, los Santos Padres, el Magisterio de los Papas, el Catecismo de la Iglesia católica, y tantos santos que nos hablan de Dios con fe, humildad y obediencia a la jerarquía fiel a la milenaria fe de la Iglesia.

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