Autor: Fernando Pascual
Una persona reza por la curación de su hijo. Pasan los días.
La enfermedad avanza. Al final, el desenlace tan temido: muere el hijo. ¿Para
qué sirvieron tantas oraciones?
La lista de ejemplos puede ser enorme. Rezamos para que
llueva o para que haga sol, para que termine la guerra o para encontrar
trabajo, para superar esa pelea por la herencia o para que un gobernante se
convierta y busque la justicia en su pueblo.
Si no sucede eso por lo que rezamos, surge en muchos un
sentimiento de desengaño. No faltan quienes llegan a enfadarse con Dios, o
incluso a chantajearle.
Es entonces cuando hay personas que dejan de rezar, o de ir a misa, o de leer el Evangelio. Incluso en algunos lugares, la gente suprime la procesión del santo patrono, como “castigo” porque no se ha logrado este año una buena cosecha.
Este tipo de reacciones pueden ser señal de un grave error:
pensar que Dios debería someterse a las peticiones humanas. En realidad, Dios
es siempre libre y conoce lo que es mejor para todos, aunque no lo comprendamos
muchas veces.
Por eso no tiene sentido pedirle algo a Dios, si creemos en
Él, y luego “castigarlo” si no concede eso que le habíamos pedido.
La actitud correcta de quien reza desde la fe y la esperanza
nos lleva a reconocer que los planes de Dios no son los nuestros, que no
siempre sabemos pedir con una actitud humilde y confiada, o que en ocasiones
pedimos cosas que no nos convienen.
Necesitamos recordar lo que nos dice la Escritura: “Porque no
son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis
caminos -oráculo de Yahveh-. Porque
cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los
vuestros y mis pensamientos a los vuestros” (Is 55,8 9).
Además, si Dios no nos concede eso que pedimos
insistentemente es porque desea darnos algo diferente y mejor para nosotros.
Nos cuesta aceptarlo, sobre todo cuando rezamos por un ser querido. Pero un día
comprenderemos.
Mientras seguimos en el misterioso camino de la vida, tenemos
que aprender a orar con sencillez, confianza y apertura. Solo entonces nuestra
oración será auténticamente cristiana, porque sabremos que, pase lo que pase,
Dios está siempre a nuestro lado y da en cada momento aquello que más nos
conviene.
No hay comentarios:
Publicar un comentario