Autor: Fernando Pascual
Existen virus para los cuerpos, y existen virus para las almas.
Los daños de los virus del cuerpo son enormes, sobre todo cuando no se encuentran terapias ni vacunas, y cuando la difusión se produce con rapidez sorprendente.
Los daños de los virus del alma son también graves: calumnias, odios, envidias, avaricias, aficiones excesivas al placer o al juego se difunden por el mundo y hacen sufrir a millones de personas.
Si resulta importante detectar, prevenir, curar y vacunar ante los virus del cuerpo, también es importante actuar con firmeza cuando empieza a difundirse un virus que lleva al pecado.
Por eso son tan importantes la higiene, la vida sana, las medicinas que ayudan al cuerpo a superar los daños provocados por los virus.
También son importantes la confesión frecuente y bien hecha, la participación en la Eucaristía, las oraciones, las lecturas sobre temas espirituales, para que nuestras almas estén bien preparadas ante el virus del pecado.
El mundo ha sufrido en el pasado y sufre en el presente cada vez que una epidemia de virus se difunde y afecta a millones de seres humanos.
El mundo de las almas sufre en el presente, como en el pasado, cada vez que los odios se encienden, las venganzas abundan, la búsqueda de placeres deshonestos destruye las conciencias y daña las relaciones.
Tenemos en el mensaje de Cristo uno de los mejores caminos para evitar y para curar los daños provocados por los virus del alma. Porque Cristo anuncia la llegada del Reino, invita a confiar en la misericordia de Dios Padre, y pone en marcha una Iglesia que es su Cuerpo.
Este día habrá peligros de contagio. En el cuerpo, y hay que saber prevenirlos. Y en el alma, y conviene estar alertas para que no manchen nuestro amor a Dios y a los hermanos.
Porque si la vida del cuerpo, que está destinada irremediablemente a la muerte, merece tantos cuidados y atenciones, mucho más los merece la vida de nuestras almas, que están destinadas a una eternidad donde son acogidos todos aquellos que se han dejado curar por la misericordia y han sabido amar a Dios y a los hermanos...
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