10 de septiembre de 2012

El coche e Internet

Fernando Pascual

Que alguien tenga miedo al coche porque ha chocado es comprensible. Que alguien tenga miedo a Internet porque le ha hecho daño, también.

El mundo de la tecnología encierra un misterio de ambivalencias. Un martillo puede servir para clavar y para dañar. Una pistola puede salvar una vida inocente ante un agresor injusto o puede ser el instrumento para un crimen despiadado.

Internet cae en la misma situación, pero quizá no nos damos cuenta de sus potencialidades para el bien y de sus energías para el mal.

Con Internet podemos comunicarnos con un amigo lejano y podemos insultar a un vecino escondidos bajo el anonimato. Podemos filmar una fiesta de cumpleaños o un acto de bulismo. Podemos difundir el texto famoso de un gran pensador o los correos robados a un conocido para dañarlo.

El coche no se convierte en algo malo tras el coche. Internet no es un peligro tras un mal uso. En buena parte, todo depende de la mente y del corazón que tenemos.

A cada uno le toca descubrir qué va a hacer hoy, cuando tome entre sus manos el volante del coche, o cuando ponga los dedos sobre el teclado. El instrumento, con sus potencialidades, aumentará el horizonte de bienes posibles o las sombras de males dañinos.

Llega una curva peligrosa. Prudencia. Se insinúa en la pantalla un link que puede llevarme a una página inconveniente. Prudencia. Está en mis manos usar bien un instrumento poderoso. No sólo para evitar un choque terrible y dañino, sino para avanzar hacia la conquista de bienes que son importantes para mí y para quienes más o menos están cerca de mis pasos en la carretera o de mis correrías en el misterioso e inmenso mundo cibernético.

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