3 de septiembre de 2012

Tiberio César (42 a.C.-37 d.C)

Autor: Jairo Mantilla

Por un monte de olivares y viñedos
Descendiendo por la pétrea escalinata
Viene esplendido el señor del orbe entero
El señor de los egipcios, de los griegos y germanos
El esplendido Tiberio que posee entre sus manos
Al Oriente enfurecido y al Poniente dominado.

A los pies de la montaña
Se dilata el mar Tirreno
Y en sus aguas oscilantes
Un bajel aguarda al rey.

En el fondo del paisaje
Suspendida en su belleza
Sigilosamente Capri
Petrifica el ancho mar.

A esa isla legendaria
Navegando va Tiberio
Pues en una de sus cumbres
Se levanta su mansión.

Le reciben 20 esclavos
20 hombres desolados
20 parias ignorados
Que decoran su confort.

De su estancia
Ve su Imperio
En la noche ilimitada
No hay un ápice de tierra
No hay rincón en el planeta
No hay sendero ni vereda
Que rehúya a su poder.

Mas es vana su victoria
Y herrumbrosa su fortuna
Es voraz su aburrimiento
Y mendigo su dolor.

En sus ojos somnolientos
Reverberan sus tesoros
En su alma casi muerta
Se desata un cruel clamor.

Mi gloria:
Las legiones del Imperio y el auspicio de los dioses
Las pirámides de Egipto y la paz en la Germania
El silencio del humilde y la muerte del soberbio.

Mi nada
Las masacres intestinas y el hastió de religión
La codicia enriquecida y la magna podredumbre
La nostalgia del ayer y la nausea del presente

¿Qué le falta al gran Tiberio
Si es señor del orbe entero
Si no hay sueño ni deseo
Que escabulla su querer?

¿Qué congoja le detiene?
¿Qué dolores le atormentan?
¿Cuál miseria le lacera?
¿Qué mancilla su placer?

Su martirio es su corona
Sus tesoros son su ruina
Sus riquezas le envenenan
Le corroen y le matan.

Todo es suyo
Y todo es asco
Todo es suyo
Y todo es nada.

Del oriente se levanta
Una voz sin importancia
Un humilde campesino
Sin riquezas ni mansiones
Sin esclavos y legiones
Un labriego o un carpintero
Pueblerino Galileo
Sin gran voto en el Imperio
Mas señor del Orbe entero.

Por el lago Tiberiades
Navegando va el aldeano
Y en las horas del ocaso
Dice viendo hacia Occidente:

De qué sirve el mundo entero
Si el hombre pierde su alma

Es profunda su mirada
Son rotundas sus palabras
Su decir produce el ser
Y su voz el viento aplaca.

Lleva el aire su mensaje
Por el cielo y por las aguas
Cruza el mar Mediterráneo
Llega a tierras italianas.

Y en su trono está Tiberio
Amargado de su nada
Oye aquel leve susurro
Que resuena hasta su alma.

Le perturba aquella frase
Le remuerde cada letra
Mas no entiende
No comprende
No desea comprender.

Simplemente se levanta
Llama a un siervo
Y lo reprende
Grita a uno y grita al otro
Y concluye su arrebato
Reclamando un vino rojo
Y una copa plateada
Para ahogar su triste pena
Maquillando su mentira
Para reprimir su nada
Con un trago de placer.

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