22 de febrero de 2013

Dejarse llevar por "Otro"

Autor: Julio Muñoz
Ante la invitación de un amigo de compartir, como seminarista, lo que yo en particular he aprendido del pontificado de Benedicto XVI, lo hago resaltando una lección que el «pequeño Joseph» me ha dado a mí como hombre, como cristiano y como futuro sacerdote: fiarme siempre de la voluntad de Dios en mi vida.
Acompaño esta idea recordando dos momentos en los que el Santo Padre quiso compartir con nosotros el tesoro que desde pequeño guardaba en su corazón. Con la Iglesia universal al inicio de su pontificado y de manera más particular con los sacerdotes presentes durante la misa crismal del 2009 en la basílica vaticana.
Muchos religiosos y seminaristas nos encontrábamos en la plaza de San Pedro aquel 24 de abril de 2005, cuando el Papa dijo algo sorprendente: “mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino de ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él”.
Esto no se improvisa. Son cosas que no se dicen por ser lo políticamente correcto. Allí habló un corazón de niño que nunca tuvo miedo de dejarse guiar por el Otro.
No hace falta ser un gran intelectual para poder entrever en los escritos y conferencias del hasta aquel momento cardenal Ratzinger, un instinto de confianza y abandono del propio yo en ese Otro, dueño de la vida y de la historia. Pero no de la vida y de la historia en general, sino de mi vida y de mi historia personales. Él vivió así desde pequeño, desde la confianza en el susurro de una voz suave, impregnada de amor, que le decía: “Tú… sígueme”.
Para aquellos de nosotros que nos encontramos en un camino de sequela Cristi, y por qué no, para todos aquellos que en este momento se encuentran buscando el sentido y la dirección de su vida, este “mi programa es no hacer mi voluntad sino dejarme conducir por Él”, es todo un punto de referencia. 
Cuatro años más tarde, el Jueves Santo de 2009, el Papa descubría de nuevo su corazón de niño y confiaba, esta vez a sus sacerdotes, que la idea de realizarse en esta vida “comporta que no queremos imponer nuestro rumbo y nuestra voluntad; que no deseamos llegar a ser esto o lo otro, sino que nos abandonamos a Él, donde sea y del modo que Él quiera servirse de nosotros”.
¿Qué quiso decir el Papa? Pues que Dios es vida y su voluntad es fuente de vida. Benedicto XVI nos dijo siempre con sus palabras y sobre todo con su ejemplo que inserirse en el río de la voluntad divina es inserirse en el manantial que hace fecunda nuestra existencia y realiza el Reino de Dios en la tierra. Lo dijo aún más claro cuando en esa misma ocasión precisó: “En el de la Ordenación sacerdotal hemos hecho esta renuncia fundamental al deseo de ser autónomos, a la ‘autorrealización’”.
Quiero creer que también ahora el Santo Padre ha sabido descubrir el susurro de la voluntad de Dios en su corazón –que sabemos habla de muchas maneras– y veremos cómo el Señor convierte su nuevo , el del pequeño Joseph, en fuente de vida y fecundidad para su Iglesia.

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