18 de febrero de 2013

Gracias, Benedicto

Autor: Max Silva Abbott

Absolutamente sorprendente ha sido el anuncio dado por Benedicto XVI de su renuncia al pontificado, lo que tendrá lugar a partir del 28 de febrero. Sorprendente por venir de una de las mentes más preclaras de la Iglesia Católica de los últimos tiempos. 

Sin lugar a dudas, poderosas razones, amén de una larga meditación y mucha oración, han motivado tan importante decisión, a lo que con su habitual humildad, ha atribuido a su “falta de fuerzas” para dirigir la Barca de Pedro.

En sus casi 8 años de pontificado, Benedicto XVI ha tenido que enfrentar grandes desafíos, de una manera valiente y decidida. El más conocido y divulgado, por una prensa muchas veces interesada casi con obsesión -cuando no con mala fe- por lo negativo, es el de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y religiosos, que en honor a la verdad, son relativamente pocos en relación con la magnitud de este problema a nivel general. De esta manera, no ha habido ninguna otra institución que haya hecho tanto por investigar y sancionar situaciones como ésta como la Iglesia Católica.

Pero su misión ha sido más profunda: en un mundo que se aleja cada vez más de la mera posibilidad de acceder a la verdad, Benedicto XVI ha sido un incansable defensor de las auténticas posibilidades de la razón humana, a condición eso sí, que ella acepte sus límites naturales y no se cierre a la fe como forma de conocimiento, propugnando por una enriquecedora y fecunda relación entre ambas. Pocos han llamado tanto al diálogo honesto y libre de ataduras ideológicas como Benedicto XVI, puesto que si realmente fuéramos incapaces de acceder a la verdad, aunque sea de manera parcial, nuestro intelecto casi carecería de sentido.

Y la explicación es bastante obvia: porque como buen teólogo, sabe perfectamente que los descubrimientos de la ciencia, si son honestos, no pueden estar en contra del dato revelado. Fruto, precisamente de su amor a la verdad (a la Verdad con mayúscula, esto es, a Dios mismo), ha tendido incansablemente puentes para debatir con el mundo actual, los grandes temas que nunca pasan: el origen del ser humano, lo que espera luego de la muerte, el sentido de la existencia, la felicidad del hombre.

Por otro lado, y siguiendo su veta intelectual, sus encíclicas, libros, cartas y muchísimos otros documentos, han sido una notable invitación para adentrarse más en la fe, además de abordar muchas veces diversos problemas del mundo de hoy, cuya raíz es siempre la misma: el olvido de Dios, y en muchos casos, el intento por expulsarlo de la vida y de las instituciones, y de sustituirlo por una divinización de la naturaleza o del hombre mismo (o mejor dicho, por la de los poderosos).

En suma, Benedicto XVI ha sido un notable regalo para la Iglesia Católica, que debe esperar a su sucesor con una confianza propia del Año de la Fe.

1 comentario:

Ana Márquez dijo...

Un hermoso blog espiritual, felicidades :-)

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Abrazos y feliz Cuaresma.