8 de febrero de 2013

Un potencial perdido

Autor: Max Silva Abbott

Hace pocos días se cumplía el triste aniversario de los cuarenta años de la sentencia Roe vs. Wade, que en 1973, abrió la puerta al aborto legal en Estados Unidos. Dicho fallo acabó teniendo repercusiones en el mundo entero, ya que esta abominable práctica se ha ido extendiendo cada vez más, al punto que vastos sectores ya no lo ven como algo malo, sino como un “derecho”, y fundamental, por cierto.

Como resulta obvio, en cuatro décadas, las secuelas de tan dramática decisión han sido enormes. Y de hecho, cálculos bastante moderados cifran en 55 millones el número de abortos realizados desde esa fecha en este país. Con todo, de seguro la cifra es mayor, puesto que no se consideran los abortos químicos –más difíciles de identificar–, ni los embriones destruidos, tanto los –así llamados– “sobrantes” de las fecundaciones in vitro, como los empleados para obtener células madre.

Lo importante, para lo que interesa aquí, es que Estados Unidos posee al menos 55 millones de personas menos de las que podría tener actualmente, lo que equivale a cerca de un 20% de su población actual, que ya ha alcanzado los 300 millones. Además, de existir, se trataría de personas menores de 40 años.

En el fondo, se trata de un auténtico genocidio, que además, ha influido poderosamente en el envejecimiento de su población, y en el caso de otras latitudes, incluso en la implosión demográfica de países enteros. Es por eso que se ha dicho, y con razón, que el camino más rápido para el suicidio demográfico de un país es legitimar el aborto.

Así, y visto sólo desde una perspectiva económica, que tanto importa hoy, ¿cuánto potencial más tendría hoy este país, tanto productivo como de consumo, de no haberse tomado esta trágica decisión? Para entender esto, debe recordarse que la riqueza de una nación la constituye su población y lo preparada que ella se encuentre, tanto en el plano educativo como ético, no sus recursos naturales, ni que sus habitantes sean pocos. En una época en que más que nunca “conocer es poder”, debieran mirarse con recelo las viejas teorías maltusianas que basan su concepción de riqueza en la tenencia de recursos naturales.

Por eso, un país que envejece, se debilita, lo que claramente ocurre aquí, pues sin duda el promedio de edad de la población de Estados Unidos sería más bajo, si se agregara esta población eliminada, toda menor de 40 años, según se ha dicho.

En consecuencia, ya es hora que no sigamos creyendo que el aborto es un requisito para el crecimiento económico y el desarrollo, como ahora sostienen a coro diversos organismos internacionales. En el fondo es al revés, aunque a primera vista, y en los años iniciales, pueda darse la impresión contraria. Es cosa de ver la situación de Europa, Rusia o Japón (y en algunos años más, de China) para darse cuenta de ello.

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