28 de agosto de 2013

Un conocimiento personal

Autor: Jefferson de Souza
Hace unos días estuve hablando con mi hermano por Skype. Tiene una hija de 5 meses que aún no conozco. Se llama Cammila. Lo chistoso de la conversación fue cuando mi hermano ponía a mi sobrina delante de la computadora para hablar conmigo. Mi sobrina empezaba a buscar la voz, pero al no encontrarme empezaba a mirar a todos los lados para ver de dónde salía esta voz. Como no encontraba a nadie, empezaba a llorar y se abrigaba en los brazos de mi hermano.
Muchas veces actuamos así en nuestras vidas: como no conocemos a Dios, cuando Él nos habla por medio de sus instrumentos tememos y buscamos un refugio seguro. Esto ocurre porque somos muy inseguros en la vida espiritual. Nos faltan experiencias más profundas.
Para una vida espiritual más madura y con verdaderos frutos se necesitan tres requisitos: un encuentro personal, fe, y confianza en los momentos difíciles.
Sin un encuentro personal con Cristo jamás sabremos distinguir quién es el que habla en nuestra vida. Es necesaria esta experiencia primera para reconocer su voz por medio de los instrumentos que Él utiliza para hablar a nuestras vidas. Así podremos escuchar y no temer, pues sabremos de dónde viene.
La vida de fe es necesaria para saber reconocer que, aunque estos medios sean humanos - otra persona, o una experiencia de la vida y tantos otros medios - quien habla es Dios.
Y no podemos negar que los momentos de inseguridad también ayudan a madurar. Los niños, cuando crecen, siempre tienen momentos de inseguridad, pues todo lo que experimentan es nuevo para ellos.
Pero si no viven en esta clave de aprender y sus padres no les ponen delante de la “pantalla” para experimentar, jamás descubrirán quién habla; si no tienen estos momentos de dudas ante las experiencias nuevas que surgen, cuando crezcan nunca van a poder decir qué es esto. Por eso es necesario confiar en aquellos momentos en los que la vida espiritual no me atrae, sino que solamente me da inseguridades.
Hablar de la vida espiritual requiere mucho tiempo y muchas comparaciones, pues no se refiere al lenguaje cotidiano; pero no por eso es innecesario o inalcanzable. Al contrario, sin ella no podemos llegar a tener una relación con Dios, principio y fin de nuestra existencia.

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