15 de octubre de 2012

Manifestaciones islámicas, libertad de expresión y respeto

Autor: Jesús David Muñoz

En el mes de septiembre de 2012, los ataques sufridos en diversas embajadas de EEUU y las manifestaciones que se han realizado en países como Libia, Pakistán, Irán, Egipto, Túnez, Yemen y Sudán por el video ofensivo contra Mahoma titulado La inocencia de los musulmanes, han suscitado numerosas polémicas y reacciones contrarias, tanto al contenido de la película como a la violencia expresada en muchas de las revueltas.

Dichas protestas fueron alimentadas también por las viñetas satíricas contra Mahoma publicadas por el semanario francés Charlie Hebdo y que llevó después a que en Francia se prohibieran las manifestaciones sobre este tema (cf. Reuters 22.09.12).

Ciertamente, el argumento que más se ha ido debatiendo es si la libertad de expresión debe o no tener límites. ¿Puede alguien, amparado en el llamado derecho de expresarse, injuriar las creencias religiosas de otros? Y otra cuestión que surge igualmente es si se puede emplear la violencia para defender ideas religiosas.

Nos encontramos entre dos extremos: un Occidente secularista que se burla de lo Sagrado, y una interpretación integrista del Islam que no teme desenvainar la espada para defender sus creencias (cf. ForumLibertas 06.08.12).

Ambos piden respeto, pero quien mira a las manifestaciones y protestas musulmanas, se da cuenta de que es un elemento muchas veces ausente. El embajador de Estados Unidos en Libia, Christopher Stevens, quien murió en el consulado de Bengasi al inicio de las agitaciones, es, junto con decenas de muertos y heridos, testigo de la incoherencia de quien pide respeto sin el más mínimo respeto.
Como bien informaba Zenit, en la tarde del 16 de septiembre de 2012 en Pakistán, más de 8.000 musulmanes radicales salieron a las calles gritando consignas anti-cristianas, quemando cruces, tirando piedras, rompiendo las vidrieras de la catedral católica de San Francisco Javier y tratando de atacar a las instituciones cristianas (cf. Zenit 19.09.2012).

Igualmente, Abu Islam Ahmed, un líder religioso egipcio musulmán, quemó varias Biblias frente a la embajada de Estados Unidos diciendo, delante de centenares de miles de sus seguidores, que la próxima vez orinaría sobre alguna de ellas (cf. ReligiónenLibertad 23.09.2012).

Así mismo, en muchas de las manifestaciones se han visto pancartas y gritos que piden la muerte de EEUU,  de los judíos y de los cristianos

En la otra cara de la moneda, hallamos un Occidente que también reclama respeto a la libertad de expresión, pero que la usa muchas veces para faltar al respeto a los sentimientos religiosos (sobre todo de los cristianos) (cf. ForumLibertas 21.03.2012), demostrando así que ha olvidado que el respeto es de naturaleza religiosa – como bien señala Romano Guardini- y que surge de la sensación de lo sagrado e inabordable, que rodeaba, en la antigua experiencia de la vida, a todo lo elevado, poderoso y soberano (cf. Una ética para nuestro tiempo, Cristiandad, Madrid 2007, p.180).

De esta situación claramente hay cosas que se pueden aprender.

La primera de ellas va dirigida a ese fervor islámico que ha comenzado a desembocar en fideísmo fundamentalista, y que expresó respetuosa y magistralmente Benedicto XVI en su famoso discurso de Ratisbona con las siguientes palabras: “No actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios”.

Otra lección va dirigida a esa parte de Occidente irreverente, fría, secularizada y materialista, llena de dudas e incertidumbres sobre las cuestiones más profundas y esenciales de la vida humana; ese Occidente progresista sin raíces que observa cómo el Islam toma muy en serio su fe, sus convicciones, sus fundamentos, sus tradiciones, y para quien Dios no es un juego, ni un cuento de hadas, sino una realidad que empapa toda la vida, que penetra la sociedad.

Como afirmaba Benedicto XVI: “Una razón que sea sorda a lo divino y relegue la religión al ámbito de las subculturas, es incapaz de entrar en el diálogo de las culturas […] Sólo lo lograremos si la razón y la fe se reencuentran de un modo nuevo, si superamos la limitación que la razón se impone a sí misma de reducirse a lo que se puede verificar con la experimentación, y le volvemos a abrir sus horizonte en toda su amplitud” (Discurso en la universidad de Ratisbona, 12.09.2006).

Una última moraleja va dirigida a los cristianos, quienes muchas veces se cruzan de brazos mientras el laicismo se mofa de Dios y del cristianismo.

Es claro que, como seguidores del crucificado, no estamos de acuerdo ni con el contenido ofensivo del citado video de Mahoma, ni con la violencia y las muertes suscitadas con las protestas. Pero también pedimos respeto y nos parece de muy mal gusto, por ejemplo, que en Venecia se premie una película en la que una mujer se masturba con algo tan venerable para la fe como es un crucifijo (cf. ACI 12.09.2012).

Tampoco estamos de acuerdo y exigimos respeto para los cristianos que viven en países de mayoría musulmana, donde muchas veces son tratados como ciudadanos de segunda clase, sometidos a conversiones forzosas, intimidados, perseguidos y asesinados.

El respeto es una virtud que se debe practicar al mismo tiempo que se exige. Y es aquí donde el cristianismo tiene una misión tanto en Oriente como en Occidente. No será el “ojo por ojo y el diente por diente” a cambiar estos atropellos que por desgracia se van haciendo más frecuentes, sino el mandato de Cristo a sus seguidores y que constituye la base del respeto: “Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes” (Lc 6,31).

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