11 de septiembre de 2013

La curiosidad mató al gato

Autor: Álvaro Correa

Simpática expresión, pero, ¿a qué se refiere? ¿Qué curiosidad? ¿Cuál gato?

Por lo visto, la expresión se remonta al siglo XVI en Inglaterra y está relacionada con la medicina, puesto que una persona se puede enfermar, incluso gravemente, si se deja llevar excesivamente por las preocupaciones.

Los gatos, no mueren por esto, más bien son un ejemplo de una cautela y de un cuidado refinado en cada uno de sus movimientos: todo lo ven, todo lo oyen, todo lo tocan… no dan paso en falso…

Para ellos es excelente, pero, si aplicamos esa minuciosidad a un hombre, corremos el riesgo de matarlo de tensión.

Bien decía Antonio Machado que las prisas y las preocupaciones hacen que “se oiga sin escuchar”, “se coma sin degustar”, “se toque sin sentir”. Es lo que sucede cuando vemos que alguien está “con la cabeza en otra parte”. Esta pobre persona no disfruta, no es capaz de compartir una alegría común, pensemos en una fiesta familiar, porque anda –como los gatos- con la cabeza y cinco sentidos más atenta a sus preocupaciones que a las personas que la rodean.

Así que, nada de ser “gatos curiosos”… Jesús nos trajo su paz y ésta es para vivir en plenitud; dejemos en Sus manos lo que escapa a las nuestras.

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