20 de diciembre de 2013

¡Ven, Emmanuel!

Autor: Celso Julio da Silva

El Adviento es el tiempo litúrgico que nos coloca en espera. No en una espera pasiva de quien mira de un lado al otro, va y viene mirando el reloj y pensando “¡qué tardanza!”; sino una espera activa que acciona el corazón y el ansia de que llegue pronto Nuestro Salvador Jesucristo. Precisamente en este periodo la voz del pueblo de Dios se alza en cánticos de expectativa: “¡ven, Salvador, ven sin tardar, tu pueblo santo esperando está!”. Teniendo en manos este tiempo litúrgico, nuestra fe nos invita a meditar en dos preguntas: ¿quién viene? Y ¿para qué viene?

¿Quién viene? Para encontrar aquí una respuesta debemos sondear el corazón de María. Sólo desde su corazón podemos sacar una respuesta satisfactoria. María también vivió el tiempo de la espera-su adviento-y mucho más que nosotros: nueve meses. Su paciencia y su perseverancia en la espera hallaron aliento en un nombre especifico: “Emmanuel”- Dios con nosotros. Él es el esperado por el pueblo elegido durante muchos siglos, es el Cristo que vino a los suyos y los suyos no lo acogieron. Es a partir de esta maravillosa realidad que podemos comenzar nuestro adviento como María, meditándolo todo con el corazón y viviendo de una manera activa esta espera.

¿Para qué viene? Viene para habitar entre nosotros y liberarnos de las garras del pecado y de la muerte con su sangre y su muerte. “Los hombres nacen para vivir, Cristo nació para morir”, afirmaban algunos pensadores paganos de los primeros siglos del cristianismo. Sin embargo, Dios no vino solamente para terminar en un patíbulo, Él ha resucitado y nuestra fe perseverante en el tiempo y entre varias vicisitudes atestigua la maravilla de su victoria. Viene para vivir eternamente entre nosotros y nosotros participemos de su Vida Divina.

Él es el “Emmanuel”. ¿Qué significa esto? “Emmanu”: significa “con nosotros”, viene para vivir y compartir nuestras alegrías y penas, no es un Dios lejano e ideal, casi mítico; es cercano, es nuestro amigo, es uno de nosotros. Es también “El”; significa Dios, el que viene con una misión hacia nosotros, llega para “recrearnos”, para salvarnos, para amarnos hasta el extremo, sin perdonar una única gota de su preciosa sangre. Si viniese, pero no fuese Dios, a nosotros no nos interesaría esperar, de nada serviría ensanchar nuestro corazón de expectativas, pues no nos salvaría. Por tanto, viene Dios para salvarnos y para amarnos en plenitud.

Vivamos este Adviento con el corazón de María y con el grandioso privilegio espiritual que nos concede Dios Padre al enviar a su Hijo Único. Su nombre es “Emmanuel” y habitará entre nosotros. En efecto, merece la pena esperar.

No hay comentarios: