14 de febrero de 2014

Una carta de san Alfonso María de Ligorio


Autor: Navegando entre ideas

En octubre de 1774, un cardenal pedía sugerencias al padre Alfonso María de Ligorio en vistas al cónclave que estaba para elegir un nuevo Papa. Entre las ideas, encontramos estas reflexiones que aparecen recogidas en diversos lugares de Internet.

«Para sacar a la Iglesia de la relajación y la confusión en que se encuentra universalmente en todos sus niveles, no bastan la ciencia y la prudencia humanas, sino que hace falta el brazo de Dios todopoderoso. Entre los obispos, son pocos los que tienen verdadero celo por las almas. Las comunidades religiosas están relajadas en casi todos los casos, o incluso sin el casi, porque en ellas, en medio de esta confusión, falta la observancia y se pierde la obediencia. En el clero diocesano, las cosas aún están peor y, por lo tanto, se hace necesaria una reforma general de todos los eclesiásticos, con el fin de reparar la gran corrupción de las costumbres que existe entre el clero diocesano.


Así pues, debemos orar a Jesucristo, de modo que nos dé para dirigir la Iglesia a alguien que, más que de cultura y de prudencia humanas, esté dotado de espíritu y celo por el honor de Dios, y sea totalmente ajeno a partidos y respetos humanos. Si, para nuestra desgracia, tuviésemos un Papa que apenas tuviese los ojos puestos en la gloria de Dios, poco le ayudaría el Señor y las cosas, tal como están en las circunstancias actuales, irían de mal en peor.

Las oraciones pueden obtener un remedio para muchos males, consiguiendo de Dios que Él mismo extienda la mano y los arregle...

Me gustaría ver reformados tantos desórdenes presentes... En primer lugar, me gustaría que el próximo Papa escogiese, entre aquellos que se le propongan, a los más doctos y celosos por el bien de la Iglesia…

Que se escogiesen cuidadosamente los obispos (de los cuales depende principalmente el culto divino y la salvación de las almas), solicitando información sobre su vida digna y la doctrina necesaria para gobernar las diócesis. Y que, también en relación con los obispos que ya están en sus diócesis, se pidiese discretamente información a sus arzobispos metropolitanos y otras personas, sobre aquellos que apenas se preocupan por el bien de sus ovejas...

Por encima de todo, me gustaría que el Papa devolviese universalmente a todos los religiosos a la observancia de su primitiva regla o constitución, por lo menos en las cosas principales...

No hay nada que podamos hacer al respecto, sino rezar al Señor para que nos dé un Pastor lleno de su espíritu, que sepa llevar a cabo estas cosas que he mencionado brevemente, de la forma más conveniente para la gloria de Jesucristo».

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