18 de marzo de 2013

“Fumata Bianca”, aliento de esperanza

Autor: Gerardo de Jesús Buitrago


Miércoles 13 de marzo de 2013. 7:07 pm hora de Roma. El humo comienza a salir de aquella chimenea como exhalando esperanza. El color grisáceo se tornó en blanco, un blanco que no dejaba lugar a dudas.

El acuerdo de los purpurados ya tenía nombre y apellido. Los gritos de júbilo se alzaron unánimes en la plaza de San Pedro y comenzó la cuenta atrás para ver el rostro del hombre que guiará nuestros pasos en la santidad.

La emoción del corazón fue calentando el cuerpo y el corazón de todos los que nos encontrábamos ahí. El frío provocado por la lluvia parecía tener poca importancia. Y es que el fuego que enciende la fe y que alimenta la esperanza engendra el calor de la caridad. Me parece que nunca encontraremos palabras para describir las emociones que inundan poco a poco el alma que se encuentra a la espera, no de un hombre, ni de un líder, aunque lo sea, sino de un padre.


¿Cómo podemos llamar ese sentimiento... que quizá sentimiento no sea? Yo lo llamo esperanza. La carrera que muchos cientos de hombres y mujeres emprendieron al recibir la noticia no es una euforia patológica. Es el deseo de encontrar un padre, un guía de un punto al que se puedan referir. La fuerza de sus piernas estaba avivada por la necesidad de su corazón.

Estar ahí a unos metros del balcón en el que el nuevo Papa pronunciaría sus primeras palabras daba a la noche unos colores especiales. El ambiente de familia que se respiraba era conmovedor. Con cada segundo la emoción iba en aumento y encontrábamos menos palabras para describir el momento histórico que estábamos por vivir. Me he dado cuenta que el amor, la esperanza y la fe no hablan nuestro idioma; es un idioma que entendemos con el corazón.

Con el temblar de las cortinas y el pesado abrirse de las puertas de cristal de la Logia de las bendiciones, apareció ese rostro bondadoso que nos enseñará que esa esperanza que exhalaba la chimenea de la Sixtina y que respiraban nuestros corazones tiene un origen: Dios Nuestro Señor que anima a sus hijos dándoles un padre lleno de amor.

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