17 de mayo de 2013

Pensamientos de la Madre Magdalena de Jesús (y 8)

Autor: Madre Magdalena de Jesús, ocd

71.- Sonreír y darme con caridad sólida a todas, siempre. Y hacer agradable y feliz la vida de Comunidad. Todo con la ayuda de mi Dueño y Señor del alma.

72.- Gran fidelidad interior y exterior, presencia ininterrumpida que sea oración viviente, caridad delicadísima en el trato, saber disculpar, no hacer comentarios, sonreír y mucha suavidad. Leerlo todos los días si me es posible.

73.- Para tener oración, tener pureza de conciencia, quietud de espíritu y vacío del alma. No dar entrada a las mil niñerías suscitadas por la imaginación.

74.- Veo clarísimo que no debo nunca decir nada que pueda ser algo de alabanza propia en hechos, dichos o cosas espirituales, en nada que quede yo bien. Y exteriormente tratar de no disculparme nunca.

75.- Vencimiento del natural que debo hacer: Siento necesidad verdadera de cambiar del todo mi natural, que todo lo natural, humano, aunque no sea pecado, sino sólo una falta en el trato con las hermanas y demás, sea con bondad. Que mi interior esté lleno de paz, gozo, bondad, dulzura, suavidad, abnegación, olvido propio, ansias y necesidad inmensas de amar a mi Rey y Señor y volverme loca por Él. Y si mi interior está así, el exterior y trato con los que vivo y me rodean sería como debe de ser y mi recreo para mi Jesús.

76.- Ver siempre la parte buena de las hermanas, saber disculparlas, procurar sonreír en los momentos en que me contrarían las cosas, sacando siempre la parte buena, con la confianza puesta en mi Jesús, de que si trato de trabajar para ser lo que mi Jesús desea y yo lo ansío y necesito, Él me lo dará sin medida y lleno de su amor.

77.- Desde que me levanto, no siempre tengo el pensamiento en mi Rey, ni hago interiormente todos los actos de amor para recibirle como tanto lo deseo hacer, y para amarle mejor y con más ternura y amor. Y al darme cuenta leyendo a Santa Magdalena de Pazzis me entró una pena de no hacerlo siempre que espero me mueva a serle muy fiel en esto y en todo. A ella le gustaba decirle: “Qué utilidad tiene tu Sangre, oh mi Dios, al alma que antes de recibirte sacramentado piensa que has padecido tanto y que has muerto y resucitado por ella”. ¡Qué presencia del Señor!

78.- Con el pensamiento y el sentimiento que le dio mi Rey a Santa Magdalena de Pazzis sobre la Comunión, Señor, ayúdame. Que al despertarme por las mañanas piense lo antes posible, para hacer la realidad que Él desea, en que vas a entrar en mí, (primera acción de amor tuyo). Ya sacramentado,  es tu Sangre y tu Carne, sufridas duramente por mí, por amor a nosotros. Gracias, Rey mío del alma, por tanto amor como nos das.

79.- Quien sabe que cada esfuerzo que hace, que cada afán es un medio de agradar al Señor, de contentarle, de saciar sus deseos, encontrará en el mismo trabajo su descanso, y en el mismo afán su gozo.

80.- Que el amor del Señor se apodere tan por entero de nuestro corazón, que le obligue en continuas generosidades y en continuas delicadezas para con Dios.

81.- No tener contento cuando digan bien de mí. No hacer cosa alguna por respeto humano. Considerar a todas como superiores a mí y hacer sobresalir lo bueno de las demás y no lo mío. No porfiar ni contradecir. Procurar dar contento a todas en cuanto esté a mi alcance. No querer saber, entender, ver ni oír nada que no sea para mi provecho especial.

82.- No dar señal exterior de impaciencia, antes al contrario, de paz, en palabras, obras y en el rostro. Tomar las cosas como venidas de la mano de Dios. Puntualidad dejando la letra comenzada. En la obediencia no esperar al mandato expreso, ni querer saber el porqué. No tener cosa superflua en la celda. Desear que lo peor sea para mí. Alegrarme de que aún en lo necesario me falte algo.

83.- Hacer mucho caso de cosas pequeñas y de aquello que nos está encomendado. Hay una cosa que no falla: cuando ando según el espíritu, en verdad, en mi alma brotan los frutos del Espíritu Santo, la paz, benignidad, la anchura de corazón, etc., y en sentido contrario brota el desasosiego, la solicitud, la amargura, etc. Aunque no lo vea, el remedio radical es creer lo que me dicen, sin discutirlo, ni siquiera interiormente.

84.- Mirar si tengo en mi interior y exterior la paz y el gozo, como alma que está puesta en Dios. ¿Cómo soy con los demás: dulce, suave paciente? ¿O por el contrario dura? Seamos dulces por dentro. Que nada exterior me robe la dulzura.

85.- Celebrar a diario la Eucaristía echando el resto de todo mi amor a Él. Que nunca haya rutina. Hacer todos los días una entrega total, para llenarme con mucho amor de Cristo. Desde que me despierte y levante.

(Nota del editor: Con esta entrega terminamos de publicar una recolección de textos de la Madre Magdalena de Jesús, carmelita descalza que fue durante muchos años priora del Monasterio de la Encarnación de Ávila).

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