8 de mayo de 2013

El hábito sí demuestra al monje

Autor: Luis Alfonso Orozco

Las personas tienen derecho a saber que eres sacerdote
“Llevar el distintivo clerical para mí es un gusto y ante la gente es un deber. Las personas tienen derecho a saber que eres sacerdote”. Son palabras de un buen sacerdote conocido, seguro de su identidad y de su misión sobrenatural.

Con frecuencia se observan religiosas o sacerdotes en lugares tan comunes como la sala de espera de un aeropuerto o andando por las plazas de las ciudades. Su vestido sobrio pero digno revela a leguas su estado y condición de personas consagradas. No lo ocultan y esto la mayoría de la gente lo aprecia y lo agradece.

En los lugares donde los sacerdotes y los religiosos han ido abandonando el hábito o cuando menos el distintivo externo (el cuellito blanco, la “toca” o velo de las religiosas, una cruz prendida al traje), la gente ha disminuido también el respeto hacia ellos, porque al no saber externamente qué son no se les trata con la consideración de antes. Pero es que antes los mismos religiosos se pierden el respeto al dejar en sus casas sus hábitos o distintivos clericales. La idea de que vestir como seglares atraería más a la gente en la sociedad secularizada se ha demostrado un fracaso rotundo.

La vuelta al hábito trae vocaciones a los dominicos
Un caso que lo demuestra es el de los dominicos de Irlanda, quienes iban a menos hasta hace poco. Tenían un problema de desorientación, según el P. Gerard Dunne, director de pastoral vocacional. Una de sus señas de identidad, el hábito, se había abandonado casi por completo, en un intento de acercarse más a la gente en la sociedad secularizada. Sin embargo, hace unos años “tomamos la decisión de llevar el hábito, porque no teníamos vocaciones y estábamos yendo por mal camino”, dice el padre Dunne, de 46 años. “Si no nos presentamos de una manera auténtica, ¿quién va a unirse a nosotros? Eso significaba volver a los fundamentos de nuestra orden” (Fuente: The New York Times, 4 abril 2013).

De hecho, los jóvenes con inquietudes vocacionales buscan aquellas órdenes, seminarios o congregaciones religiosas donde se observa mejor la disciplina y donde el carisma del fundador está vivo en sus miembros. Los jóvenes piensan que para vivir en un ambiente relajado y con falta de identidad consagrada, mejor se quedan en el mundo donde al menos procuran vivir como buenos cristianos.

Los jóvenes temen la mediocridad
Los jóvenes no temen las exigencias del Evangelio cuando quieren seguir a Jesús; lo que temen es a la mediocridad y que la sociedad les presente sólo modelos de vida efímeros y huecos. Esto lo sabía muy bien el beato Juan Pablo II, quien ideó las geniales Jornadas Mundiales de la Juventud, con millones de jóvenes de todo el mundo en cada una de sus exitosas reuniones. La próxima a celebrarse es en Río de Janeiro, Brasil, durante el verano del presente año. De las JMJ no han cesado de brotar nuevas y valiosas vocaciones consagradas dentro de la Iglesia.

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