Autor: Carlos Mario Guerrero
En nuestros días suele decirse que una persona viste “a la moda” cuando su atuendo va de acuerdo a las circunstancias de tiempos y de lugares, y, además es llamativo e innovador (a veces pisando la línea de lo extravagante). ¿Podríamos decir entonces que algunos santos fueron simplemente personajes de moda, pero que han quedado, o un día quedarán, en el cajón del olvido?
Aquí es necesario ir a la base del asunto. Tomemos como ejemplo a san Francisco de Asís. Fue un hombre de grandes ideales enfocados, en un principio, en la moda de la época: la caballería, la fama y el honor. Pero un día sintió que Dios le pedía reconstruir su Iglesia de una manera algo “contradictoria”: abandonando la caballería y su vida pasada.
Cuando Francisco se vio humillado por sus compañeros y por su propio padre, encontró el verdadero sentido de sus insaciables anhelos de grandeza en la reconstrucción de su propia vida con la entrega a los demás.
No le fue nada fácil. Primero tuvo que probar su propia valentía, no con las armas, sino afrontando su peor enemigo: la lepra. Su manera de vencer fue dando un beso a un leproso prácticamente descompuesto. Después de esto, se entregó al servicio de Dios en la pobreza. Así vivió miserable y murió mendigo…
¿Y cómo restauró la Iglesia? ¿Acaso con adulaciones u honores? ¿Siguiendo lo políticamente correcto o de moda?
Aquí es donde se descubre, desde la vida de san Francisco, que el factor determinante de la grandeza de un hombre es la valentía, ya que ésta es necesaria para expandir la cerrada visión de ir a favor o en contra de las circunstancias externas, buscando sentirse “un rebelde” o un “a la moda”. El hombre valiente descubre en su interior la verdadera vocación y lucha por seguirla, para luego salir de sí mismo y ayudar a los demás a encontrar el sentido de sus vidas…
Estos son los hombres que muriendo no mueren, ya que no entran en la diminuta categoría de “los que están de moda” sino en la infinitamente más especial de “los que han cambiado el mundo”.
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