23 de junio de 2014

¿Es posible un periodismo sin prisas?



Autor: Fernando Pascual

La prisa es mala consejera. Pero el mundo de la información vive entre prisas: prisas para ser el primero en dar una noticia. Prisas para llenar el boletín informativo. Prisas para escribir una editorial. Prisas para recoger los comentarios y las impresiones ante un hecho.

¿Es posible un periodismo sin prisas? Lo es si hay periodistas que piensan desde el amor a la verdad, desde la reflexión serena ante los hechos, desde el esfuerzo por conocer los detalles de lo ocurrido, desde la mirada atenta para distinguir entre noticia y opiniones.


En el periodismo sin prisas, la muerte de un manifestante apareceré en su sencilla realidad. El periodista explicará qué hizo el manifestante: si era pacífico o violento, si estaba en una calle tranquila o en medio de un choque con la policía, si actuaba sólo o en compañía de otros, si tuvo alguna “culpa” o era una víctima inocente.

No tratará a ese manifestante como carne de cañón, como un sujeto anónimo muy “útil” (ya muerto) para criticar al gobierno, para despreciar a la policía por sus acciones represivas, para arremeter contra los políticos que defienden esta o aquella ley en el parlamento.

Igualmente, explicará quién fue el que disparó: si se trataba de un policía violento o de un policía que obedecía órdenes precisas; si se daban las circunstancias para usar el arma de fuego o el policía se precipitó a la hora de apretar el gatillo; si realizó antes algún disparo de advertencia o apuntó directamente al manifestante; si estaba solo o en grupo; si se encontraba bajo el asedio de manifestantes que lo agredían con piedras y bastones o si no corría ningún peligro; si quería asustar a los manifestantes con un disparo mal orientado o buscaba directamente herir o incluso matar al que luego se convirtió en su víctima.

Es muy fácil coger la pluma, redactar un servicio lleno de rabia, con denuncias anónimas, con odio hacia unos (los manifestantes) o hacia otros (los policías), según la orientación (a veces, la “desorientación”) que se quiere dar a la “noticia”, a costa de un muerto, del dolor de sus familiares, y de lo que pueda ocurre en el corazón de un policía que ahora siente lo que significa ser visto como un asesino.

Cuesta, lleva tiempo, plantearse las preguntas, investigar con seriedad el hecho en todos sus matices. Es muy difícil, pero es señal de un periodismo honesto, ir a fondo, enseñar a la gente a pensar, acercarnos a los hechos, investigar con calma, analizar las cosas antes de ponerlas en el papel (o en la computadora), aunque se retrase el “servicio” y salga un poco más tarde la “noticia”.

¿Será un sueño conseguir un periodismo así, sin prisas, basado en un sincero y honesto deseo de presentar los hechos en toda su complejidad y su riqueza de matices?

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