2 de junio de 2014

¿Quieres tranquilidad en tu vida?


Autor: Sebastián Rodríguez

Hoy en día es común conocer a personas que se sienten cansadas del ritmo de vida que llevan. Muchos sueñan por tener una vida más tranquila, porque están nerviosos, impacientes y preocupados.

En el capítulo 15 del evangelio según san Juan leemos una frase muy cierta pronunciada por Jesús: “separados de mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5).

Es importante reservar algunos momentos de reflexión personal durante el día. Vivimos inmersos en un mundo que nos lleva a estar con mil cosas para hacer y nos encontramos gran parte del día escuchando música, conversaciones y el constante ruido callejero. ¿Se puede estar sereno así? Es bueno detenerse por algunos instantes y pensar qué hago y por qué lo hago.

Necesitamos decir como san Pablo varias veces al día, “Señor, ¿qué quieres que haga?” (Hch 22,10). Eso nos trae la tranquilidad. Está claro que no desaparecerán nuestros problemas haciendo una oración, pero el que vive unido a Cristo teniendo un diálogo de corazón a Corazón con Él, tiene otra perspectiva frente a los quehaceres de la vida. Uno comienza a ver la vida como Dios la ve, es decir, con una mirada paciente, sencilla y humilde ante las dificultades, buscando siempre agradar al otro antes que a sí mismo.

Es difícil comprender esto sin antes experimentarlo. A muchos nos ha costado dar el primer paso. ¿Cómo es que si me esfuerzo por rezar un poco estaré más tranquilo? Intentarlo parecería un trabajo más. ¿Cómo es que donándome a los demás, lo que implica muchas veces más de algún sacrificio, me ayudará a vivir más tranquilo? Muchas personas tuvimos esos miedos, pero ahora somos capaces de comprender que cuando vivimos unidos a Dios en la oración, se vive más sereno.

Por otro lado, sabemos que a veces es el mismo Dios quien sale a nuestro encuentro, porque quiere que estemos unidos a Él y que hagamos algo bueno por los demás. ¿No habrá llegado el momento de permitirle entrar en nuestro corazón?

“La oración forma parte esencial de nuestro apostolado” (Vida y Espiritualidad, “Oración y Apostolado”), pues nos hace estar atentos a las inspiraciones de Dios para obrar el bien. Es más, la oración es condición para el apostolado (Manual del Miembro del Regnum Christi, n. 109). Por eso es importante estar unido a Dios y tener muy en cuenta la conocida frase que dice: ni se ha de orar sin trabajar, ni se ha de trabajar sin orar.

Los que viven más serenos en la vida son los que han optado por hacer de su día a día una oración. Rezan en el trabajo o en el colegio, en el coche o mientras caminan, jugando o estudiando.

Esto no significa que están todo el día de rodillas recitando oraciones, sino que convierten su día en un constante diálogo con el Amigo. ¿Tomo esta decisión? ¿Voy por este camino o por este otro? ¿Cómo jugarías Tú si estuvieras en mi equipo de fútbol? ¡Señor, ayúdame con este estudio!

También puede ayudar rezar la oración del Cardenal Verdier: “Oh Espíritu Santo, Amor del Padre, y del Hijo, inspírame siempre lo que debo pensar, lo que debo decir, cómo debo decirlo, lo que debo callar, cómo debo actuar, lo que debo hacer, para gloria de Dios, bien de las almas y mi propia Santificación. (…)”.

(Nota del editor: volvemos a subir este artículo publicado en marzo de 2012, en vistas al día de Pentecostés)

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