29 de marzo de 2012

Escuela de fe. La fe de la Iglesia a través de su historia

Autor: Mario Rodríguez
La historia de la Iglesia es una escuela de fe. Basta mirar la proyección que ha tenido a lo largo de los siglos para ver cuán necesaria ha sido la fe.
En los primeros siglos de nuestra era, el cristianismo comenzó a expandirse entre las naciones más remotas, en lugares en los que no se había pronunciado el nombre de Cristo. Los apóstoles llevaron a cabo esta tarea con verdadero atrevimiento. Los rechazos no se hicieron esperar: “otro día te escucharemos”.
La labor de predicación de los apóstoles daría su fruto en tiempo apropiado. Comunidades empezaron a florecer por aquí y allá. La fe recién sembrada de estas comunidades fue puesta a prueba por las diversas persecuciones cruentas que sufrieron los cristianos. Fueron tiempos dolorosos, en los que personas en gran número daban su vida como testimonio de su fe en Dios su Salvador. Estas pruebas no pudieron erradicar el cristianismo de la faz de la tierra. Todo lo contrario, incluso alguien escribió “la sangre de los mártires es semilla de cristianos”.
Siglos más tarde el dinamismo de esa fe acrisolada recibiría un gran impulso cuando se descubrió un continente en el que jamás se había oído hablar del Dios de los cristianos. Navíos y navíos surcaban las aguas llevando misioneros al nuevo continente.  La labor de estos hombres y mujeres anunciadores de la Buena Nueva pasó desde humanizar más las costumbres hasta la construcción de sanatorios e iglesias. Y todavía hoy la Iglesia se nutre de los frutos de aquellas incursiones apostólicas.
Hoy la situación no es muy diferente. Personas que no han oído hablar de Dios las hay aun entre las calles de Manhattan o Berlín. Persecuciones tampoco faltan. Todavía hoy en diversos países de Asia y África la Iglesia es perseguida.  Iglesias profanadas, personas obligadas a convertirse o asesinadas por negarse a ello  todavía las hay.
Del otro lado la persecución no es cruenta, sino sutil y moral, cuando se destruyen los valores humanos defendidos por el cristianismo, la familia, la libertad religiosa, el derecho a la vida, la buena educación de la juventud.
Sí, todavía hoy es posible vivir de la fe. Más aún, estos son tiempos apostólicos, oportunidad preciosa para poner a trabajar la fe cristiana.
Con estas perspectivas el Año de la fe (2012-2013) convocado por Benedicto XVI es el tiempo propicio para profesar valientemente la fe. Para que el mundo se dé cuenta de que la Iglesia sigue viva, más que nunca, pues tenemos la compañía de Dios hasta el fin del mundo.

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