10 de marzo de 2012

Un hombre tenía tres hijos…

Autor: Gerardo de Jesús Buitrago Ballesteros

Un hombre tenía tres hijos… ¿Tres?, si te refieres – dices – a la parábola del hijo pródigo, son sólo dos. Entonces, ¿por qué escribes “tres hijos”? La respuesta surge de manera espontánea: no te cuentas a ti mismo.
Algunos están a punto de salirse y buscar otro artículo más interesante, pero es importante que tomemos en cuenta algunas reflexiones sobre nuestro papel en la casa del Padre.
En la película titulada “El príncipe de Persia y las arenas del tiempo” hay dos frases que son dignas de enmarcar.
La primera está justo al inicio de la película, y aparece cuando se comenta que en la casa del rey hay dos hijos. Dice: “Pero para los dioses la familia real aún no estaba completa”. Para Dios, la familia de la parábola aún no está completa, faltas tú. En la película el hijo que faltaba fue adoptado por el Rey. La razón: arriesgar su vida para salvar la de su amigo. Tú también has sido adoptado por el soberano de la Tierra con tu Bautismo. La razón: tu hermano no sólo arriesgó, sino que entregó su vida por ti.
Al igual que en el filme, tú no puedes aspirar a ser monarca, pero dentro de esta familia también tienes una misión. Tu misión es pagar a ese rey todo lo que ha hecho por ti. El hecho de sacarte de la calle para hacerte ingresar en los palacios de su imperio; el darte educación real; el darte la vida eterna como herencia. Todo esto tiene su precio: no ser igual que ninguno de los otros dos hijos de la parábola. Tú tienes que ser diferente. Debes ser el que opta por amar al Padre, el que escoge la mejor parte.
La segunda frase hace parte de la paga: “Tu misión es mantener la unión entre tus hermanos, que es la espada que mantiene el imperio”. Dustdan tenía que mantener la unidad de la familia, pero paradójicamente, es por su causa que se dividen. Durante la obra cinematográfica intenta recuperar la unidad descubriendo al asesino de su padre y probando a sus hermanos su inocencia. Esa es tu misión, pues has matado al Padre con tu pecado, y el remedio es encontrar en ti al asesino y asestarle un golpe mortal. Una vez muerto reconciliarás a tus hermanos, y el imperio celeste se fortalecerá.

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