9 de marzo de 2012

Un padre que ama a sus hijos

Autor: Gerardo de Jesús Buitrago Ballesteros
“¿Quién no se conmueve con el afecto de los mexicanos por el Papa? ¿De su entusiasmo cuando vienen a Roma a encontrarlo? ¿Quién no recuerda la triunfal acogida que ofrecieron a Juan Pablo II en sus cinco viajes en vida, y también en los últimos meses, a su reliquia peregrina por sus tierras?” Estas son palabras del P. Federico Lombardi, portavoz oficial de la Santa Sede,  para el Semanario Octava Dies, en las que refleja todo lo que pudo cruzar por el corazón del Santo Padre al decidir ir a México. Ese es el pueblo mexicano que conoce y ama el Santo Padre.
Un pastor espiritual no puede no acudir ante sus ovejas cuando ve que necesitan ayuda para encontrar paz espiritual en medio del dolor, cuando ve que se acercan en busca de amor paterno y cuando quiere ofrecerles un poco de agua que refresque su fe. El buen pastor cuida de sus ovejas. Benedicto XVI, con su viaje a México, quiere expresar el afecto y el cariño hacia un “país que ha reconocido la profunda alma católica de su pueblo” (Palabras del P. Lombardi en la editorial para el Semanario Octava Dies publicado en la página de la Radio Vaticana). Algo que ha demostrado en tantas ocasiones.
Por desgracia, “en los últimos meses, suceden hechos violentos, relacionados en numerosas ocasiones, con la delincuencia organizada; esta situación se agrava día con día” (Exhortación Pastoral del Episcopado Mexicano sobre la misión de la Iglesia en la construcción de la paz, para la vida digna del pueblo de México, “Que en Cristo, nuestra Paz, México tenga vida digna”, 2). Pero Dios quiere que el pueblo mexicano recupere su esperanza, su fe, su amor; y qué mejor enviado que su Vicario en la tierra para traer un mensaje de paz, un mensaje que lleve a los mexicanos a descubrir en sus vidas lo que Dios quiere de un pueblo que años antes ha derramado la  sangre por defender la fe católica.
El Papa sabe que México es un país que está sufriendo, que está en cierto sentido enfermo.  “De hecho, las enfermedades son un signo de la acción del mal en el mundo y en el hombre, mientras que las curaciones demuestran que el Reino de Dios -y Dios mismo-, está cerca” (Palabras del Santo Padre en el rezo del Ángelus del domingo 5 de febrero de 2012). Por eso el médico de almas anda en busca de aquellos que en su fe vacilan para tenderles una mano, va en busca de los que están fuertes para darles razones para mantenerse inamovibles en sus convicciones, y va con los jóvenes para animarles a dar testimonio de una fe que necesita ser renovada, que necesita un nuevo impulso.
Un padre como Su Santidad Benedicto XVI no deja de acudir al llamado que sus hijos le hacen con cada “¡Viva el Papa!” que resuena en la plaza de San Pedro pronunciada tras el ondear de una bandera que trae recuerdos de una fe que gritó hace no muchos años “¡Viva Cristo Rey y viva la Virgen de Guadalupe!”. Estas son las verdaderas razones de que el Papa viaje a México. Sencillamente porque en México viven muchos hijos de la Iglesia.

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