10 de diciembre de 2012

Cruzar la puerta de la fe

Autor: Gustavo Velázquez Lazcano
La puerta de la fe está siempre abierta para nosotros (Carta apostólica Porta fidei, 1). Sólo nos queda cruzarla.
Esto implica renovar nuestro cristianismo, hacerlo vivo; dejar de considerar la fe “como un presupuesto obvio de la vida común” (Porta fidei, 2), y redescubrir los tesoros que la fe encierra en sí.
Sólo así, veremos que la fe es tan necesaria y cotidiana como respirar. En cada momento y segundo de nuestra vida, Dios está siempre a nuestro lado: si nos levantamos cada mañana, si podemos trabajar, si podemos ayudar a los demás, es gracias a Él.
Creyendo, vemos la vida y el mundo desde el mejor lugar: desde la perspectiva de Dios. La fe nos descubre el camino para llegar a Él y nos capacita para darle un perpetuo sí, aun en las pruebas más difíciles, pues robustece nuestra confianza en su Amor por nosotros: “el Padre celestial sabe lo que les hace falta, antes de que se lo pidan” (Mt 6,8).
Pero atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida (Porta fidei, 1). No un periodo ni unos meses, sino toda la vida. Un camino que debemos recorrer de manera “individual y colectiva, libre y consciente, interior y exterior, humilde y franca” (Pablo VI, Exhortación apostólica Petrum et Paulum Apostolos), en la casa y en la calle: con las obras.
Porque, “¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no lo demuestra con obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe?” (St 2,14). La fe viva se testimonia con las obras, como bien dice el apóstol Santiago: “Pues así como un cuerpo que no respira es un cadáver, la fe sin obras está muerta” (St 2,26).
Una forma excelente de testimoniarla es mediante la vida parroquial, pues “sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tiene eficacia” (Porta fidei, 11): los creyentes se fortalecen creyendo (cf. San Agustín, De utilitate credendi, 1, 2), compartiendo su fe.
La puerta de la fe está siempre abierta. Cruzarla y emprender este camino sin vuelta, depende de nosotros. Mediante ella, podremos llegar a Dios y vivir con plenitud nuestro cristianismo.

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