5 de diciembre de 2012

Los perritos san bernardo bajan de la nieve

Autor: Luis Alfonso Orozco

Octubre marca el inicio del invierno en Los Alpes. A 2500 m. de altura se encuentra el Gran San Bernardo, entre Italia y Suiza, uno de los pasos emblemáticos más famosos de Los Alpes. Durante siglos de historia vio desfilar los pueblos más variados: celtas, bárbaros, romanos; fuertes ejércitos como los del cartaginés Aníbal con todo y elefantes, en el 218 a.C.; o muchos siglos más tarde como el de Napoleón en 1800 con 40 mil soldados, camino de la batalla de Marengo, en Italia.

En esas montañas alpinas el invierno es severo. El paso del Gran San Bernardo se cierra el 15 de octubre de cada año y vuelve a abrirse en junio. Para los canónigos de San Bernardo, los monjes encargados del gran hospicio de piedra construido en territorio suizo y apenas a doscientos metros de la frontera italiana, esta fue la praxis habitual durante mil años. Su presencia amiga y espiritual fue sumamente importante en siglos pasados cuando los viajantes solos o en grupo arriesgaban la vida al transitar por el paso alpino. Cientos de personas fueron rescatadas de una muerte atroz entre la nieve por los monjes, hombres de oración y rescatistas expertos al mismo tiempo.


Esta orden religiosa fue fundada por San Bernardo de Mentone, un archidiácono de Aosta, y fue él quien también fundó en el año 1035 el famoso hospicio y convento alpino que tomó su nombre, sobre el Mont-Joix, conocido universalmente aún más por los lanudos perros san bernardo, especialmente aptos para el rescate de personas bajo las avalanchas de nieve. La simpática imagen del perrazo de ojos melancólicos con un barrilito de madera con licor colgado de su cuello forma parte del imaginario colectivo.

Dar hospicio y rescatar a los viajeros había sido la praxis durante un milenio para los monjes de la nieve. El pasado 15 de octubre de 2012, con el cierre del paso por el invierno, marcó también una fecha histórica para la Orden religiosa: señaló la clausura al parecer definitiva de su gran convento de Los Alpes, a 2473 m. de altitud. Después de mil años de presencia amiga y espiritual esos monjes, junto con sus perros salvavidas, han tenido que dejar su hospicio de piedra. ¿Acaso porque los inviernos se han vuelto más crudos, o porque el coste de la calefacción no para de subir? Nada de esto.

El motivo es más profundo y al mismo tiempo doloroso para los canónigos de San Bernardo: simple y llanamente no tienen ya vocaciones. Si abandonan su gran hospicio del Mont-Joix se debe a la carencia de religiosos jóvenes que den continuidad a su benemérita labor. Los últimos 5 religiosos se despidieron del Gran San Bernardo con una ceremonia religiosa, que contó con la presencia de su superior y muchos amigos venidos de ambas partes de la frontera.

Concluidas las ceremonias y despedidas, dejaron su convento y se dirigieron a los valles de Suiza, a la casa madre de la Orden en Martigny. Esta antigua ciudad suiza guarda vestigios de las legiones romanas de César, que instalaron en el valle sus Castra o campamentos durante las campañas militares conducidas contra los Helvecios.

A Martigny han ido pues a parar los cinco canónigos de San Bernardo, los últimos guardianes del hospicio de las nevadas montañas. También bajaron con ellos, a la casa madre de la Orden, los fieles perros lanudos. Continuarán siendo una atracción turística, en especial para los niños, pero totalmente ajenos al dolor de sus dueños que han tenido que abandonar las montañas, el lugar que precisamente hizo famosos por el mundo a los perros-con-barrilito colgando del cuello.

Comenta el canónigo Rafael Duchoud, uno de los últimos cinco en dejar su gran hospicio de Los Alpes: “El invierno no nos asusta. Tenemos leña y energía eléctrica. Lo que nos duele y hace sufrir es solamente la total falta de vocaciones”.

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