24 de diciembre de 2012

Otra vez Navidad

Autor: Benjamín Landeros

¿Te has dado cuenta de que al pasar los años la Navidad se va haciendo cada vez más y más aburrida? Cuando éramos pequeños esperábamos la Navidad con tantas ansias y con mucho entusiasmo. Llegó un momento en el que la Navidad comenzó a perder sentido, que ya no nos emocionaba tanto.

Esperamos disfrutar de una Navidad perfecta, pero cada año ocurre lo mismo: no me dan los regalos que yo quiero, la cena de Navidad no está tan buena, nunca puede estar toda la familia reunida porque siempre falta o un tío o un primo, que hace calor cuando yo quiero que haga frío, o hace frío cuando quisiera que haga calor, que el sobrinito se golpeó o se enfermó o se atragantó con algo… Siempre hay algo que arruina nuestra Navidad.

Si esto ocurre con las familias que celebran la Navidad, ¡cómo más ha de ocurrir con las personas que sufren intensas depresiones en esta época del año por encontrarse solos!Así que mejor hemos optado por ni siquiera esperar nada de la Navidad, o peor aún por odiar, como El Grinch, la época navideña.

¿Cómo podríamos disfrutar de una Navidad perfecta? La pregunta más bien tiene que ser dirigida de otra manera: ¿qué esperamos de la Navidad? Si estamos esperando este periodo navideño para recibir regalos, para reunir a toda la familia, para sentirnos acompañados, para tener una buena cena, para pasar un momento agradable que luego podamos recordar con ilusión a lo largo del año, está claro que no hemos comprendido aún cuál es el sentido de la Navidad. Surge una contradicción porque lo que estamos esperando de la Navidad no tiene nada que ver con lo que la Navidad es en sí misma, y por eso acabamos frustrados.

Resulta que hace muchos años en una región de Judea, unos pastores estaban cuidando su rebaño durante la noche. De repente una gran luz los envolvió y escucharon la voz de un Ángel que les dijo:

«No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él».

Aquella noche se celebró la primera Navidad de la historia. Cosa curiosa: no hubo arbolito de Navidad, no hubo regalos ni luces ni una cena maravillosamente servida en compañía de los familiares y amigos de aquellos pastorcillos… O mejor dicho, lo especial fue que aquella noche brilló la estrella de Belén y se prendió una luz capaz de iluminar de esperanza los corazones más afligidos. Hubo también regalos, el mejor regalo que podríamos recibir: la salvación y liberación de nuestros pecados y nuestras preocupaciones. Hubo la mejor compañía, la de Jesús, la de María, la de José y la de los Ángeles.

Si queremos disfrutar de la Navidad hagamos como los pastorcillos: al recibir el mensaje del ángel fueron corriendo a ver al niño Jesús. Corre tú también al encuentro del niño Jesús. Solo así vas a tener una Navidad perfecta.

¡Feliz Navidad!

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