1 de diciembre de 2012

El Adviento: prepararle un lugar al Niño Jesús

Autor: Gustavo Velázquez Lazcano
“Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron” (Jn 1,11).
De entre todas las posadas que visitaron José y María la noche de Navidad, ninguna estaba dispuesta: todas estaban llenas. Ningún posadero esperaba a Huésped tan insigne. No sabían que vendría. ¡Qué triste! Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron. Y su madre lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no hubo lugar para ellos en la posada (Lc 2, 7).
Quizá podamos excusar a los posaderos de Belén de no haberle recibido, porque no sabían de la venida de Jesús. Pero, y ¿nosotros? ¿Podremos excusarnos? No.
La Iglesia nos obsequia el periodo de Adviento para recordarnos que Jesús está cerca y no nos sorprenda aquel día, y nos invita a esperarlo y a convertirnos hacia Él. Debemos estar atentos. Velen, pues, y hagan oración continuamente (Lc 21,36), nos recuerda Jesús en el Evangelio de la Misa.
Pero, cabe preguntarnos, ¿por qué Jesús, María y José no encontraron lugar para ellos en la posada? Los peregrinos, que habían ido a Belén para registrarse con motivo del censo, lo ocupaban todo. ¿No nos llegará a pasar lo mismo a nosotros?
Llenamos nuestro corazón de peregrinos insidiosos que llegan para estas fiestas de Adviento y Navidad, y que sólo le roban espacio a Jesús: el egoísmo, la glotonería, la embriaguez, los adornos, las fiestas... Les damos un lugar privilegiado que no les corresponde porque fascinan nuestra mirada, y así, la desviamos al mismo tiempo del verdadero sentido de estas fiestas.
No les dejemos entrar. Centrémonos en el misterio de Belén. Dios es celoso y no se contentará con una sola habitación, con un rincón de nuestra vida. Él ambiciona todo nuestro amor, todo, pues Él lo ha apostado todo: Él se despojó de su condición divina para asumir nuestra carne mortal y redimirnos.
Velemos y hagamos oración durante este Adviento, para prepararle al Niñito Jesús una posada limpia y digna en nuestro corazón. Esperémosle con ansias y no demos paso a cuantas distracciones puedan tocar a nuestra puerta. Dispongamos toda nuestra posada lo mejor posible para Él: habitación por habitación, rincón por rincón.

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