19 de marzo de 2014

¿Un informe preelaborado?

Autor: Max Silva Abbott

Como se sabe, el 16 de enero, una delegación del Vaticano compareció ante el Comité de la ONU sobre los Derechos del Niño con sede en Ginebra, para explicar cómo la Santa Sede ha afrontado los casos de pedofilia que se han dado en la Iglesia.

Posteriormente, el 05 de febrero, este Comité ha elaborado un durísimo reporte –además, con un lenguaje y una publicidad inusitada para este tipo de documentos, que suelen pasar inadvertidos para la opinión pública–, en que critica que la Santa Sede no haya tomado todas las medidas necesarias para combatir este problema, acusándola así de violar la Convención de Derechos del Niño. Y como si fuera poco, y saliéndose de sus competencias, reprocha severamente al Vaticano por sus enseñanzas respecto de la sexualidad, la familia, el derecho de los padres de educar a sus hijos y el aborto. En suma, se trata de un festín de ataques y críticas contra la Iglesia Católica.

A tal punto ha llegado esta situación, que el mismo Vaticano ha hecho una declaración bastante fuerte sobre el aludido informe, al que califica de “anómalo”. Ello, no sólo porque en él no se menciona ni siquiera tangencialmente, todo lo que ha hecho la Iglesia en los recientes años (de acuerdo a las respuestas escritas y orales que los representantes del Vaticano dieron en su momento), como reconocer errores, renovar las normativas y desarrollar medidas formativas y preventivas (lo que no ha hecho ninguna otra institución en el mundo), sino que en palabras de su portavoz, Federico Lombardi, debido a que en el reporte “se ha dado mayor atención a las organizaciones no gubernamentales (ONG), con prejuicios negativos hacia la Iglesia católica y al Vaticano, que a la posición de ésta”. Incluso señala que este modo de proceder da la impresión que el informe estuviese “prácticamente ya escrito o por lo menos netamente enfocado”. Lo anterior, sin perjuicio de no haber tomado en cuenta “la naturaleza específica de la Santa Sede”, por tratarse de “una realidad diferente a la del resto de los Estados”.

No obstante todo lo anterior, Lombardi ha declarado que la Iglesia continuará su compromiso para que se aplique la Convención de Derechos del Niño y mantendrá un diálogo abierto y constructivo con todos los organismos internacionales.

¿Casualidad? Parece difícil. En realidad, esto es parte de una campaña global de desprestigio contra la Iglesia Católica. No se trata de esquivar culpas, pero las cosas deben verse en su justo contexto. De esta manera –aunque se trata de un problema algo distinto–, si hace poco en Estados Unidos se reconocía que una de cada cinco estudiantes ha sido víctima en algún grado de abuso sexual en las universidades del país, totalizando cerca de 22 millones de mujeres, y que sólo el 12% ha sido denunciado, parece que en el presente caso existe una clara animadversión y una atención desproporcionada hacia la Iglesia Católica.

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