10 de abril de 2012

Defectos de fábrica

Autor: Gerardo de Jesús Buitrago Ballesteros

Martín Descalzo, en su libro Razones para la esperanza, narra su aventura imposible de hacer “ver” a un ciego la grandeza de la Plaza de San Pedro en Roma. En el artículo escribe la respuesta de Lorenzo Tapia, el ciego, a una pregunta que éste le hizo mientras conversaban. Descalzo preguntó:

-“Pero ¿cómo te orientas? ¿Con radar?

-Ah, no – dijo riendo – no tengo ningún radar. A veces tropiezo, como todos los ciegos, pero soy ágil y no suelo caerme. Y si me caigo, no me voy a enfurruñar por eso. También los videntes tropezáis, ¿no? Lo más que me puede ocurrir es que me pegue con un muro. Pero eso me hace gracia. Tal vez sí, tengo un radar: la alegría y la decisión de hacer las cosas lo mejor que puedo.”

El texto enseña que tener defectos de fábrica no es razón para cerrarse en sí mismo. Por el contrario, hay que valerse de ellos para el bien de los demás. Esto es lo que puedes aprender de María Leticia y Salvador, una pareja mexicana que nació – en sus palabras – “chueca”, pero que se han amado más que los que tienen el descaro de declararse “normales”.

Una historia que en 2010 nos ha sido donada en un pequeño vídeo en el que es imposible no conmoverse (http://www.youtube.com/watch?v=jAEmfsbWjU0). Uno como cualquiera de nosotros que en México da diariamente el ejemplo de ese radar que él reconoce como su vida: “para el hombre de fe no hay imposibles”. Mas la fe en las dificultades sólo se evidencia con una sonrisa en el rostro.

María Leticia fue operada a los ocho días de nacida, pues salió con “problemas de fábrica”: desde pequeña hasta el día de hoy sufre de incontinencia. Esto le cerró las puertas, que con seguridad todos, o al menos la mayoría, tuvieron abiertas. La única puerta que continuó abierta de par en par fue la del amor. Amor de sus padres y amor de ese ser chuequito que conoció, llamado Salvador.

Salvador sólo pudo caminar hasta los ocho años. Para que te hagas una idea de su estado piensa que al nacer le faltó el oxígeno, y quedó literalmente como una persona con esclerosis degenerativa – que en lenguaje llano es como decir con los miembros rígidos, torcidos y, en cierto sentido, atrofiados –. Un verdadero infierno. Pero al igual que María Leticia encontró el apoyo de sus hermanos y de sus padres para transmitir así una lección de vida, lección de alegría y de amor.

Sobre cómo se conocieron, Salvador, con su voz, apenas entendible por la enfermedad, comenta lo que pensó de esa joven con muletas y una cara de angelote barroco: “Esta chuequita es pa’ mi”.

Hoy tienen una hija, Natalia, que nació perfectamente normal. Ella crece en un ambiente de amor “chueco” que le enseña que “chueco” no es problema. “Chueco” es poder: poder reír, poder amar, poder transmitir la belleza de un alma a pesar de lo que puede padecer, con el “simple” – entre comillas – hecho de sonreír.

Salvador transmite esa paz y esa alegría a los que se suben en su taxi, con el silencio elocuente de un letrero en el parabrisas del mismo. Éste dice: “Lo mío no es problema, Dios me hizo chueco para manifestar su grandeza”. El hecho de ver a una persona que con dolor y trabajo se ha ganado su vida en un taxi, da un resultado: muchas personas se suben a su taxi pensando que el problema que tienen es el mayor. Y se bajan seguros de que hay gente que sufre mucho más de lo que ellos serían capaces. Más aún, lo afrontan con una alegría inesperada. Ésta es su manera de mostrarte que tu problema ya no existe.

Son personas que han desarrollado ese radar. Radar que les permite caminar sin tropezar, ver el mundo con ojos nuevos, con ojos de superación. Ese es el radar de la alegría del que los “normales” – tristes  y aburridos – ya no se acuerdan. Este radar te enseña a: “Vivir amando, amar sufriendo, sufrir callando, y siempre sonriendo”.

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