16 de noviembre de 2012

Creyentes pero no practicantes

Autor: Luis Alfonso Orozco

El Año de la Fe proclamado por Benedicto XVI se presenta como una excelente oportunidad para tomar el pulso a la práctica religiosa de muchos fieles. Numerosos párrocos y sacerdotes constatan -por poner el caso de Italia, un país de mayoría católica- que son muchos los que se dicen creyentes, pero después en los hechos no todos resultan practicantes. Es decir, que practican una fe a su modo, bastante subjetiva, esporádica y sin atenerse a las indicaciones y mandamientos de la Iglesia. Por poner un hecho, la asistencia o no a la Misa de precepto.

Así, se da el caso de jóvenes y adultos que suelen tener una buena formación intelectual, creen y admiran a los santos pero van pocas o muy pocas veces a Misa durante el año. Tal vez participan en Navidad, en Pascua y en otras raras ocasiones como en un matrimonio o el bautismo de un familiar. Si les preguntas por qué no asisten a la Misa dominical, te responden que “no lo ven necesario” o que “no les nace”, sin excluir también la banalísima excusa de “no tengo tiempo”, y sin embargo se declaran católicos. Este es un rasgo del creyente no practicante, del “cristiano adulto”, como también les gusta definirse.

Los adultos italianos en una medida del 83,4 por ciento cree en la resurrección de Jesús; algo menor los que no dudan de la Presencia real eucarística. Si declaran que creen en las verdades centrales del cristianismo, esa fe después no llega a concretarse en la manifestación pública, ya que la fe es para vivirla y proclamarla. Puesto que la fe en Cristo abarca todas las dimensiones de la existencia, tanto pública como privada, es en el comportamiento moral donde muchos que se dicen cristianos abandonan en la práctica lo que dicen profesar. En este campo el laxismo moral y la casuística resultan abundantes. Los creyentes pero no practicantes suelen tomar los Mandamientos de Dios y las leyes de la Iglesia como imposiciones que coartan la propia libertad, y no como lo que son en verdad: caminos de salvaguarda de la libertad hacia una realización de la vida dentro de la verdad.

Otro elemento para constatar el pulso actual de los creyentes y su práctica religiosa son los santuarios.

Es Italia tal vez el país de Europa que cuenta con el mayor número de santuarios y lugares de devoción, donde se registra todavía una constante religiosidad popular. La gente de los pueblos y también de las ciudades acude a los santuarios, conserva sus tradiciones religiosas, como el honor debido al Santo patrono, por lo que a sus festividades se les da la máxima importancia.

La fiesta del santo patrono del pueblo es casi algo sagrado para los lugareños, que la preparan concienzudamente y son pocos los que faltan sobre todo a la procesión por las calles, aunque quizá no todos hayan acudido previamente a la celebración litúrgica.

Al santo patrono del pueblo o de la devoción familiar se le encomiendan los problemas y necesidades; se le promete una visita a su santuario y una ofrenda. Pero después muchos no muestran el mismo fervor en la práctica ordinaria de los sacramentos, de la oración en familia, y más bien llevan una vida en privado como en público que desdice mucho de su condición de católicos. Es claro que la fe si no se practica poco a poco se va diluyendo, se llega a la indiferencia religiosa.

Creyentes y practicantes

Los católicos creyentes y practicantes existen en toda parroquia y comunidad eclesial. Son quizá menos numerosos que antes, pero al mismo tiempo se muestran más consientes de su misión de ser testigos del evangelio en una sociedad de mensajes rápidos donde los modelos y comportamientos de vida se muestran confusos e incluso antihumanos. Las comunidades y movimientos católicos con fuerte identidad evangélica y eclesial se van hoy constituyendo como oasis en los desiertos de la sociedad consumista hacia donde caminan muchos que buscan las aguas de la vida. Son los católicos practicantes la nueva levadura evangélica que poco a poco y sin hacer ruido fermenta la masa.

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