4 de abril de 2012

Un individuo clandestino

Autor: Gerardo de Jesús Buitrago Ballesteros

         Probablemente has sentido alguna vez que algo o alguien te sostiene cuando todo lo que tenías para apoyarte se derrumba. Te darás cuenta de que muchas veces no sabes quién es el que te sostiene. Muchas veces hay alguien que tú no conoces que se arrodilla todos los días y pide para que tú, cristiano, valores y ames más tu religión; para que tú seas cada día un mejor cristiano.

         Con gran acierto lo dijo José María Salaverri: “La misión del sacerdote no consiste en hacer bonitos discursos, sino en sufrir y morir por Cristo, por su Iglesia, por los hombres”. Ese alguien, es, muy probablemente, un sacerdote, o un consagrado que quiere que cada vez más personas lleguen al cielo.
                                                                                                                   
         Estos hombres quieren demostrarte que no son como los pintan. Quieren enseñarte que lo que rige sus vidas es el amor. Y quieren decirte aquella frase anónima: “El verdadero amigo es aquel que a pesar de saber cómo eres, te quiere”.

         Todo esto te lo dicen cuando en el silencio de un oratorio y en la oscuridad de la noche, hincan sus rodillas en el reclinatorio y, con el Evangelio en la mano, se dirigen a Dios para que tú y todos los pecadores se conviertan y se extienda así el amor de Dios.

         ¿No crees que les debes mucho a esos hombres? Hombres que  luchan contra todo para ser fieles. Hombres que son tachados de desertores cuando son tan pocos los que fallan. Hombres que, en definitiva, por todos son criticados, pero que todos cuando les falten los echarán de menos.

         Ahora que tienes la oportunidad no la desperdicies. Cuando lo veas por la calle, dale un abrazo, dile gracias. Gracias por dar tu vida por mí, gracias por amarme a pesar de que no todos te devolvemos amor. Gracias, en fin, por ver el lado positivo de la vida.  Por comprender aquello que dijo Charles Dickens: “Nadie es inútil en el mundo mientras pueda aliviar un poco el peso de sus semejantes”. Y por hacerlo escondido en la soledad de la oración.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias y un saludo desde una parroquia del norte. Fpa