Compromiso de Vida

Autor: Juan Pablo Estrada

La fe es decir sí a alguien que te habla y no ves. Dios es sin duda un misterio que desde miles de años ha llenado enteras bibliotecas. Pensemos en el antiguo Egipto, en la Grecia clásica, en el imperio romano. Ninguna de las grandes culturas antiguas de Occidente han dejado de buscar un respuesta sobre el Infinito.

Aquellos hombres del pasado buscaban el principio y la causa de las cosas. ¿Por qué la muerte? ¿Por qué las enfermedades? ¿Por qué las guerras o las terribles catástrofes naturales? ¿Qué o quién está detrás de todo esto? ¿Una fuerza invisible? ¿Un ser omnipotente?

No nos preocupemos por responder a los antiguos. Empecemos por respondernos a nosotros mismos.

Nos decimos creyentes, pensamos que tenemos fe. Es necesaria una demostración de nuestro ser creyentes. Por el hecho de decir “soy bautizado” parece que ya nos ganamos un plus para el Cielo. No es así. La fe no se queda sencillamente en ideas.

La fe como convicción religiosa implica una adhesión de nuestra inteligencia, y en consecuencia de nuestro querer, a lo que Dios nos ha revelado por medio de la Sagrada Escritura y de la Tradición. No nos podemos limitar a darnos golpes de pecho y besar imágenes religiosas.

Adherirse a lo que Dios ha revelado implica un compromiso serio, un cambio de vida. Cuando se inicia a creer hay un clara división, un antes y un después. Pensemos en san Pablo. Él se comprometió desde aquel primer encuentro inesperado con Jesús. Le supo decir “sí” a ese nuevo estilo de vida que el Señor le proponía.

La fe en Jesucristo ha sido causa de grandes cambios en grandes hombres. Esto nos puede hacer pensar que la fe no es para el mediocre, el retraído, el inconstante. La fe no solo nos lleva al conocimiento de Dios, sino que también nos lleva al compromiso con Él. Nos lleva a decirle “te prometo que, con la ayuda de tu gracia, ya no voy a ser igual”, como los grandes conversos. Una vez que empiezas a vivir tu fe como compromiso de vida, todo cambia.