1 de junio de 2012

La necesidad de un modelo de vida

Autor: Diego Morales

En el texto «La credibilidad del educador» de Romano Guardini hay un apartado que me ha llamado mucho la atención. Es el apartado cinco. Comienza el autor a hablarnos sobre la realidad de esa fisonomía esencial presente en todo hombre y mujer. Cada persona viene al mundo con una impronta indeleble de la mano de Dios. Es esa ley o principio de su ser, que se debe descubrir, aceptar y potenciar.

Sin embargo, esto no lo es todo en el hombre. Hay otro aspecto capilar que tiene igual importancia y va de la mano con el de descubrir la propia fisonomía. Y es encontrar y seguir un modelo de vida, otro hombre o mujer del cual se experimente influjo en la propia existencia, alguien en quien proyectarse y a quien imitar y aprender a ser hombre o mujer, a ser uno mismo. No nos podemos encontrar a nosotros mismos a partir de la nada, tenemos que comenzar por aquellos que nos adelantan en este caminar por la vida, y que lo han hecho bien.


Este modelo de vida me hace luchar por ser mejor, pero también me impele a encontrarme a mí mismo, a dar consistencia a mi propia vida personal. Me marca un sendero a seguir, un camino en el cual me puedo sentir seguro de llegar a buen puerto. Todos necesitamos seguridades en nuestra maduración progresiva, suelo seguro en el cual pisar, y esto nos lo da ese modelo de vida que hemos de escoger libremente.

Pero este modelo ha de serlo realmente, es decir, debe ser un hombre o una mujer realmente grande, difícil de alcanzar, que nos rete. Una persona humana y espiritualmente destacable en quien nos podamos proyectar. Alguien que, en palabras de Guardini, sea justo, que no corrompa, que no engañe, que no sea extravagante ni excéntrico; sino alguien que ayude, que abra horizontes y transmita fuerza, estabilidad; alguien en quien me pueda proyectar hacia el futuro. Alguien en quien verdaderamente me modele como la persona que soy, que me ayude a encontrar mi propia personalidad.

La persona que funge como modelo de vida debe saber que tiene en sus manos una gran responsabilidad, que es la de guiar a otros más jóvenes en el sendero de la vida que le ha tocado a cada uno. No puede defraudarles: debe iluminarles y ratificarles en su camino, y también enderezarlo cuando sea necesario.

Por su parte, el formando debe dedicarse a seguir esta figura, a dejarse empapar de ella, a imitarla, a escucharla, a configurarse con ella. Guardini dice con mucha razón que al inicio va a ser una mera copia del otro, pero poco a poco se pasará a las actitudes y al modo de pensar y vivir. Es decir, que esa imitación no sólo se dará respecto de los aspectos meramente exteriores, pues esos pasan y no dejan una verdadera marca en el ser. Sólo cuando se interiorizan las actitudes se puede decir que estamos verdaderamente progresando.

Naturalmente es un proceso, y como todo proceso conlleva dedicación y tiempo. Al inicio nos sentiremos en necesidad de comenzar por el exterior, pero a medida que vamos conociendo interiormente al modelo que hemos tomado, entonces nos interesará más la imitación de sus maneras internas, de su forma de relacionarse consigo mismo, con el mundo que le rodea, con las demás personas y también con Dios, ese Ser trascendente del que todos tenemos necesidad. El verdadero modelo es aquel en el que descubrimos que su mundo interior es mucho más rico y valioso de imitar y configurarse que los aspectos externos, aunque estos naturalmente serán un reflejo de su interioridad.

Pero no todo termina ahí, no podemos tomar un modelo de vida y contentarnos con ello hasta el final de nuestras vidas. Como todo proceso, también este tiene su inicio y su final; su momento de mayor auge y su momento en el que ya estaremos listos para lo que sigue. Si nos tomamos este período en serio, poco a poco vamos a sentir la necesidad de despegarnos del modelo seguido, pues nos daremos cuenta de que ya estamos en grado de continuar forjando esa personalidad propia y madura por nosotros mismos, gracias a la ayuda tomada de la persona que hemos tenido como modelo. Si ésta lo es verdaderamente, entonces nos llevará a despegarnos en el momento adecuado para volar por nosotros mismos.

Tenemos necesidad de un punto de referencia que nos ayude a madurar y nos dé seguridad, pero si el proceso es bien llevado a término, entonces la maduración se va a dar, y la seguridad la vamos a ir adquiriendo hasta el momento en el que debamos dejar las muletas atrás para caminar por nosotros mismos una vez que seamos fuertes y estemos seguros de nuestras capacidades. Nos damos cuenta de que este gran hombre o mujer nos ha ayudado sobremanera y hemos encontrado un modelo a seguir, pero vemos que no podemos ser ellos, que nosotros somos distintos, y debemos seguir formando ese «yo» que solamente yo puedo ser. Este es un gran signo de madurez, y muy necesario. Viene el momento de la determinación de la propia originalidad. No todo puede ser copiado para siempre. Del modelo hemos recibido una influencia, pero debemos ser nosotros mismos.

El gran problema viene cuando no encontramos modelos reales, cuando nos quedamos con modelos que nos presenta la sociedad, que no siempre son los mejores. Hoy en día los modelos de los jóvenes suelen ser las personalidades famosas, que no son normalmente grandes modelos a seguir. Cantantes, actores y actrices, personajes de la política, de la prensa, de la televisión, del mundo del deporte, son los «modelos» que nos suele presentar la sociedad. Alguien que parece tener la vida fácil, que tiene aparentemente todo y no tiene que fatigarse demasiado. Alguien que tiene una personalidad que atrae, porque exteriormente atrae, pero que muy difícilmente llegaremos a conocer su interior, y si lo llegamos a conocer, entonces nos daríamos cuenta de que no es la persona más indicada en la gran mayoría de los casos.

Además, este «seguimiento», este ser fan, es algo que no deja satisfecho, pues se queda en lo meramente externo y nos hace seguir el rebaño quitándonos originalidad: se quiere vestir como el artista, usar su look, hablar como él o como ella, usas su estilo de ropa, tener los artefactos que tiene porque seguramente son los mejores… Se imita lo exterior, y poco a poco podemos ir interiorizando su forma de pensar, su modo de verse a sí mismo y al mundo, que no es el mejor a imitar. En muchas ocasiones la vida personal de los artistas es muy distinta de aquella que sale en las cámaras, y esto es algo que nos damos cuenta, pero que parece no llamarnos la atención, pues no encontramos otros modelos. Pero esto no quiere decir que no los haya. Con mucha frecuencia identificamos el ser modelo de vida con el ser famoso, y esto no es correcto. La gran mayoría de las personas que son reales modelos de vida a seguir no salen en los periódicos ni en la televisión, ni tienen fans que estén averiguando hasta el más nimio detalle de su vida para publicarla en su blog.

Necesitamos modelos para la juventud que sean verdaderos modelos de vida; no sólo personajes de la historia, sino personas de carne y hueso que sean sus coetáneos y de quien puedan aprender a ser quien verdaderamente son. Ciertamente el ideal fundamental deberá ser Jesucristo, y de Él aprendemos todo. Pero no basta, pues vivimos en este mundo y necesitamos también modelos que seguir que se acerquen más a nuestras circunstancias y a quienes podamos llegar con más facilidad. Jesucristo estará ahí siempre, en el horizonte, y será necesario porque los hombres nos pueden fallar, pero también necesitamos guías, modelos más cercanos en el largo camino y a corto plazo.

Muchas veces estos modelos serán los canales por los cuales Jesucristo llegue a ser el modelo final de la persona. Un ejemplo de esto lo vemos en san Agustín. Él necesitaba un modelo, buscaba ansiosamente la Verdad. En san Ambrosio encontró este arquetipo que necesitaba y de él aprendió mucho, sobre todo su guía hacia el modelo perdurable, Jesucristo. Agustín no se quedó en Ambrosio, por mucho que le haya ayudado, sino que, gracias a él, aprendió a descubrirse a sí mismo y a Jesucristo, quien sería el sostén de su vida; pero eso no hubiera pasado sin la guía y la imitación del primer modelo cercano: Ambrosio.

Necesitamos ser nosotros mismos modelos para las generaciones que vienen detrás de nosotros, para darles luz, seguridad y corrección en sus caminos. Esto conlleva una gran responsabilidad. Y nunca debemos olvidar a quienes han sido o siguen siendo nuestros modelos de vida. De ellos hemos recibido mucho y siempre serán un punto de referencia para el resto de nuestra existencia.

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