Autor: Álvaro Correa
Una catequista preguntó a los niños si sabían quiénes
eran los “santos”. Uno de ellos, recordando los vitrales de su iglesia, levantó
la mano y respondió, seguro de su acierto: “¡Son los que dejan pasar la luz!”.
Es posible que el niño se haya ganado un premio, porque
expresó una de las mejores definiciones que se han escuchado sobre los santos.
Ellos no son la luz, sino que dejan pasar a la luz de Jesús para que ilumine a
los demás.
Los santos son personas como nosotros que han cultivado
la amistad con Dios y le han permitido que los llene de su gracia; por eso
resplandecen. Son “seres transparentes”, porque no tienen barreras de pecado
que puedan impedir “el paso de la luz”.
Conscientes de sus debilidades, se han arrodillado con
humildad para pedir la bendición de Jesús y han sido colmados de amor. Si te
encuentras ante una persona “que deja pasar la luz”, recuerda las palabras del
niño. Y, mejor aún, ojalá tú seas para los demás un testimonio luminoso del
amor de Jesús, pues todos, como cristianos, somos “hijos de la luz”.
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