Autor: Celso Julio da Silva
“¿Por qué buscáis
entre los muertos al que está vivo? No está aquí. ¡Ha resucitado!” (Lc 24,5).
Hemos empezado a vivir un tiempo repleto
de gracias, un tiempo maravilloso que se abre con el amanecer de Dios que sale
de las tinieblas de la muerte para regalarnos la Vida. La fuerza de aquel que “amó
hasta el extremo” (Jn 13,1) consiguió
vencer la piedra que tapaba el sepulcro, aquella piedra que no fue lo
suficientemente fuerte como para impedir que la Vida saliese al encuentro de
nuestra vida y que la Luz apartase nuestras tinieblas.
Cristo ha
resucitado, ¡aleluya! Estamos alegres porque nuestra fe no es un cuento bonito,
una leyenda antigua, una bella historia que ha llegado hasta nosotros de boca
en boca tal vez con una versión aumentada e inverosímil. Esta es nuestra
alegría: Jesucristo está vivo, es Luz resucitadora
que viene para dar sentido a nuestra vida muchas veces ofuscada por la
oscuridad.
En la audiencia del
miércoles de la Semana Santa de este año 2014 el papa Francisco dijo una cosa
bien interesante; que cuando la noche se
torna profundamente más oscura significa que pronto llegará la aurora, que el
sol no tardará en aparecer en el cielo de nuestra existencia. Así es nuestra
vida cristiana, con noches frías y oscuras en las que se esconde la certeza de
la fe de que Cristo resurgirá siempre y para siempre. “En nuestra vida como
en la vida de Jesús, la Resurrección tiene que venir, la alegría de la Pascua
tiene que amanecer” (Madre Teresa de Calcuta, Ven, se mi luz, Planeta Testimonio, p. 364).
En el primer día de
la semana las mujeres se dirigen bien temprano al sepulcro y después dos apóstoles,
Pedro y Juan, también insisten en buscar entre los muertos a la Vida Verdadera
(Jn 20,1-2). ¿Han robado el cuerpo?
¿Dónde lo han puesto? Empiezan las dudas
y los corazones oscilan entre el mar de preguntas y el mar de la fe. A partir del domingo del amanecer
de Dios comenzaremos a contemplar las diversas actitudes del corazón humano
delante del despuntar de la Vida y de la Luz.
María Magdalena,
que ve en el Señor Resucitado un mero jardinero. Tomás, que mientras no coloque
la mano en las heridas no va a creer. Los judíos, que inventan la peor de las
mentiras, diciendo que los apóstoles han robado el cuerpo de Jesús mientras los
guardias dormían (si dormían, ¿cómo saben que fueron los apóstoles que robaron
el cuerpo?); es la mentira humana que intenta callar hasta hoy la Verdad. Y así veremos que Dios brillará
diverso en el corazón de cada personaje.
Nosotros también
estamos dentro de ese amanecer y con la fe debemos preguntarnos: ¿la Luz del Señor Resucitado ya ha disipado
mis tinieblas? ¿Estoy abierto para que Cristo sea mi Luz? ¿Tengo cara de
resucitado?
Deseo a todos ¡felices y santas Pascuas!
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