8 de junio de 2012

Ironía vs seriedad artística. La historia de Pixar y DreamWorks

Autor: David Varela

Desde hace unos cuantos años (1995) hemos contemplado el desarrollo de dos grandes productoras de películas animadas. Más en concreto, de animaciones computarizadas: Pixar y DreamWorks. Quizá podemos pensar que son lo mismo, pero no es así. Llevan dos corrientes diferentes, que en algunos puntos coinciden, y en otros están diametralmente opuestos.
       
Pixar fue la primera compañía en hacer un largometraje computarizado, con el nombre de Toy Story, en 1995. Este hecho revolucionó el mundo de la cinematografía animada. Después de este hito, y de su siguiente producción llamada Bugs (1997), surgió, como rival en la producción de estos largometrajes enteramente digitales, DreamWorks con su película Antz (1998).

Estas animaciones tuvieron su antecedente en los efectos especiales de otras películas. De hecho, Pixar nació en el estudio de George Lucas, director de las famosas películas de Star Wars, que lo vendió a Steve Jobs en 1986. Desde ese momento, el desarrollo de Pixar fue siempre en aumento. Así, en 1989, la Academia de Cine le dio un premio por su película animada Tin Toy. Posteriormente, en unión con Disney, creó el famosísimo film mencionado, Toy Story, al que han seguido ya otros 12.

En este desarrollo, Pixar ha seguido, más o menos, una línea de pensamiento. Su corriente es seria y artística. Prepara películas para toda la familia, desde el niño pequeño hasta el abuelo. El desarrollo de los personajes, su psicología, su manera de ser, la manera en que se van conociendo y madurando, son dignos de loar. Además de la perfección guionística, se suma la calidad de las imágenes (los 2.320.413 pelos de Sully en Monsters Inc., por ejemplo), sin dejar de lado la unidad del tema en que se traba toda la película. Esta calidad es la que la distingue y la que le da la el renombre que tiene.

Pero no podemos olvidar que estamos en una época en que la ironía está fuertemente arraigada en nosotros. Este ha sido el punto que ha explotado la cadena DreamWorks. Esta ironía es ya notoria en su primera película llamada Antz, pero Shrek I la supera con creces.

DreamWorks nació también como compañía de efectos especiales, fundada por Steven Spielberg, David Geffeny y Jeffrey Katzenberg. Una de sus contribuciones más conocidas fueron los efectos especiales de la película Impacto Profundo. Poco después, en 1998, lanzaron el primer largometraje digital, llamado Antz. Y dos años más tarde, en el 2000, se creó la división DreamWorks Animation. Esta rama de DreamWorks, más especializada, ha creado un total de 17 películas.

DreamWorks Animation tiene una filosofía un poco menos artística que Pixar. La calidad de los personajes no es tan alta. Casi no se muestra el desarrollo de la psicología de los personajes, o si lo hay, se nota sólo en el protagonista. Los demás suelen ser estereotipados, como el maestro Unwey en Kung- fu Panda.

Las películas son también para toda la familia, aunque no todos las entiendan de la misma manera. Los niños se quedarán con los chistes y bromas de los personajes, mientras que los adultos podrán disfrutar de las burlas y los sarcasmos que se hacen de sus películas favoritas. Esto, junto a la calidad de la imagen, las hace muy atractivas. Un ejemplo que ilustra todo esto es Megamind, que hace de su superhéroe, un pésimo cantante de rock, y de su supervillano un superhéroe, imitando, en “La presentación”, a los Rolling Stones.

Esta elección por la ironía no ha drenado del todo la posibilidad de poner seriedad a sus producciones. Si bien es clara la estupidez del superhéroe al abandonar sus súper poderes por un deseo barato de ser cantante, es también muy cierto que el villano pasa por un momento de crisis en el que muchos hombres han caído al conseguir sus objetivos: y ahora, ¿qué? Esto demuestra un conocimiento profundo de la persona.

Se puede hacer un parangón con el Siglo de Oro de la literatura española cuando vivieron Góngora y Quevedo, Lope de Vega y Calderón de la Barca. Durante sus vidas se dio la lucha entre el conceptismo y el culteranismo. El primero, liderado por Calderón de la Barca y Góngora; el segundo, por Lope de Vega y Quevedo. El primero, más educado; el segundo, más irónico. Los dos con buenas enseñanzas. Sus teatros se llenaban cuando se representaban sus piezas, lo mismo que se llenan ahora las salas de cine cuando se proyectan las películas de DreamWorks o de Disney- Pixar. Quizá después de algunos años, cuando los niños estudien historia de las artes, sus libros de texto tendrán los  nombres de estas compañías.

Diferentes compañías, diferentes productos. Ambos bien elaborados. Una busca la unidad, a la otra le es indiferente. Una crea psicologías bien trabadas, la otra ironiza las mal hechas. Una propone ideales, la otra critica las deficiencias. Pero en ocasiones el idealismo aleja de la realidad, y la crítica construye mejores realidades.

1 comentario:

Chete dijo...

Me parece que se ha equivocado usted al citar a los representantes del conceptismo y el culteranismo. Son justo al revés de como lo cita...