Autor: Max Silva Abbott
El reciente y dividido fallo de la Corte
Suprema de Estados Unidos (5 contra 4), que obliga a todos sus Estados miembros
a aceptar el matrimonio homosexual de manera independiente a lo decidido por
muchos de ellos en votaciones populares, sin duda traerá varios conflictos en relación
con otros derechos, como la libertad de conciencia o de educación. Sin embargo,
quisiera llamar la atención sobre otro punto: el fundamento de los derechos
humanos.
En efecto, para muchos este fundamento
es convencional, esto es, proviene del acuerdo de los propios interesados, ya
se trate de una votación popular, parlamentaria o de un Estado en el caso de un
tratado internacional. Así, los obligados por ellos sólo lo estarían por propia
voluntad, en virtud de su autonomía. De ahí que estos sectores sean alérgicos a
esa otra concepción que estima que los derechos humanos provienen de una
realidad objetiva y natural –la inherente y universal dignidad humana– y que
por ello, poseen un núcleo inderogable y sobre todo, que deben ser
descubiertos, ojalá por todos, no inventados o creados por un acuerdo.